Amado Nervo
Pastores y pastoras,
abierto está el edén.
¿No oís voces sonoras?
Jesús nació en Belén.
La luz del cielo baja,
el Cristo nació ya,
y en un nido de paja
cual pajarillo está.
El niño está friolento.
¡Oh noble buey,
arropa con tu aliento
al Niño Rey!
Los cantos y los vuelos
invaden la extensión,
y están de fiesta cielos
y tierra… y corazón.
Resuenan voces puras
que cantan en tropel:
Hosanna en las alturas
al Justo de Israel!
¡Pastores, en bandada
venid, venid,
a ver la anunciada
Flor de David!…
Desde octubre las tiendas han vuelto a recrear sus espacios, llenándolos de luces y adornos de Navidad. Las imágenes del nacimiento del niño Dios, han sido sustituidas por el viejo Santa y su sonoro “Ho, ho, ho”, y unos soldaditos que cuidan el polo norte donde se producen los juegos en la fábrica encantada del viejo Santa, cuyo envejecimiento se ha detenido a través de los años. Yo misma me he envuelto en el llamado “espíritu de la Navidad”. Mi casa se llenó de luces para alegría de mis nietos y de muchos nacimientos que recrean ese momento mágico de la historia del mundo.
No sé por qué esta Navidad me ha puesto tan nostálgica, a pesar de que el viento frío del norte no ha llegado como esperamos; y ese friíto, nuestro invierno, nos obliga a recogernos. No sé por qué al ver las luces de colores que adornan los árboles, las casas y las tiendas, en vez de generarme alegría, me produjeron tristezas.
Quizás es porque se acerca el final del año. Durante las fiestas, los encuentros sociales en los lugares de trabajo, en las familias y con los amigos, volverán los abrazos, los buenos deseos, y los votos por un nuevo año mucho mejor que el que acaba de transcurrir.
Las fiestas pasan, y los buenos deseos se olvidan. Volvemos a la rutina, y el ambiente te absorbe como antes. Una vez más nos convertimos en máquinas que existen, que sobreviven y deambulan por la vida.
¿Por qué los deseos que expresamos al ritmo de las canciones navideñas y ante el pestañeo constante de las luces de colores no los materializamos?
¿Por qué a veces actuamos como autómatas?
Me duele que la Navidad se reduzca a las fiestas, a los intercambios de regalos, a las risas, a las comilonas y las bebidas sin control. No existe una búsqueda profunda del ser individual y colectivo, del compromiso serio por una mejor sociedad; no existe una reflexión sobre las desigualdades, sobre los caminos acelerados hacia la banalización de la sociedad, hacia la superficialidad de la vida, o la predilección por el tener y el aparentar.
Perdonen por esta triste perorata que he planteado a través de los años, de diferentes maneras, a través de mis Encuentros.
Me duele haber alcanzado la edad del retiro, y constatar que el progreso económico y tecnológico no se ha traducido en calidad de vida de las grandes mayorías. El abismo entre los extremos se ha agigantado. Duele ver el derroche frente a la miseria y el desamparo.
Tal vez este Encuentro es una loca y espontánea plegaria de una mujer en el otoño de su vida, que soñó siempre por un mundo mejor, diferente, humano y más justo.
Tal vez sea el dolor de una mujer que, escribiendo este Encuentro, recordó a la adolescente y a la joven mujer que vivió con pasión las enseñanzas del Evangelio, que sintió en carne propia la historia del Niño Dios que vino al mundo a salvarnos. Una mujer madura que siente en su corazón el alma de niña que anida la utopía transformadora.
Es posible que en los próximos días este pesar que les manifiesto se convierta en alegría. Quizás el grito de mis nietos me devuelva la risa; el friíto que llegará en unos días me devolverá el deseo de abrazarme para protegerme; tal vez el encuentro de mi familia y todas sus locuras me permitan retomar las fuerzas para seguir la aventura de vivir con alegría y fuerzas renovadas.
Perdonen por este Encuentro, que no ha sido más que un manojo complejo de sentimientos y frustraciones acumuladas por años, expresados con palabras de desaliento.
El ambiente político que se ha caldeado me da asco. Hay más aspirantes a la presidencia de la república de lo imaginable. Pero el poder se debate entre los de siempre.
Buscaré por donde pueda nuevas ilusiones, para poder seguir, desde mis limitados espacios, abogando por un mundo mejor; intentando sembrar desde las aulas; y escribiendo nuevos Encuentros.
Estas palabras nacieron desde lo más profundo de mi alma. Hoy escribe la Mu-Kien mujer-ciudadana. Abandoné por un momento a la Mu-Kien intelectual, historiadora y analista, porque esa versión de mí buscará explicaciones racionales que me darían la tranquilidad de la razón, pero que no llegarían a las fibras de mi corazón. Hoy preferí ser sentimientos y no razón. A veces la pasión del alma te permite liberar presiones y tristezas, desconsuelos y desesperanzas.
Gracias por la paciencia de leerme. Un Encuentro escrito en la soledad de la noche de un lunes. Y que nació en el laberinto absurdo de una ciudad que ha perdido el encanto de ser vivida. Hasta la próxima.