Por MANUEL A. GARCÍA ARÉVALO
La Fundación Corripio, gestada por una familia de empresarios hispano-dominicanos de origen asturiano, viene aplicando desde hace varias décadas los principios de solidaridad social y responsabilidad corporativa, mediante un generoso desprendimiento en el plano del mecenazgo oportuno y fecundo. Realizando esta tarea filantrópica con ejemplar humildad y estricto sentido comunitario, consciente de que se trata de un ejercicio diferenciador relevante en el perfil de las empresas.
Asturias, tierra de los antiguos astures, fue el último reducto celta de Hispania en ser sometido a la romanización en tiempos de Augusto. Siglos después, Asturias fue bastión heroico, desde los altivos y atalayadores picos de Covadonga, al iniciarse la reconquista española frente el dominio musulmán.
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El tenaz y laborioso espíritu que caracteriza a los asturianos fue trasladado a América mediante un significativo flujo migratorio que se produjo entre finales del siglo XIX y el primer tercio del XX, cuando cerca de 350 mil asturianos se embarcaron desde los puertos del Cantábrico para iniciar su aventura americana en busca de progreso y bienestar.
Uno de los que arribaron a República Dominicana fue Ramón Corripio García, en 1917. A pocos años, en 1921, le sigue los pasos su hermano Manuel Corripio García. Dotados ambos de capacidad emprendedora, tesonera voluntad y esforzado trabajo, lograron establecer negocios exitosos y grandes empresas, dando origen a la saga empresarial de los Corripio que por espacio de cuatro generaciones ha contribuido con extraordinarios aportes al desarrollo socioeconómico y cultural de su patria de adopción.
Los hermanos Corripio García provenían de Valbuena, una pintoresca aldea alojada en las montañas del concejo de Cabranes. Perfumada con el aroma de las manzanas de sus pomares que reverbera en la sidra escanciada, las comarcas de Cabranes han estado marcadas por una constante emigración, teniendo muchos de sus habitantes a la República Dominicana como destino donde establecerse, trabajar y progresar.
Manuel Corripio García, junto a su laboriosa consorte Sara Estrada de Corripio, ilustran a plenitud el tesonero esfuerzo sin pausa al establecer una empresa familiar. Que su hijo, José Luis Corripio Estrada, nuestro querido y admirado Pepín, ha sabido preservar y multiplicar con visionario dinamismo y dedicación constante, convirtiéndose en virtud de la profundidad de sus reflexiones y esa agraciada genialidad que exhibe en sus oportunas intervenciones en la vida pública, en el proverbial e indispensable referente de la clase empresarial dominicana.
Pero el éxito económico alcanzado en múltiples esferas de negocios no ha mermado la vocación de desprendimiento de don Pepín. Rindiendo honor a la frase hacer el bien, sin mirar a quien, la Fundación Corripio es un claro ejemplo de ello, reflejando su compromiso con las mejores causas del país, inspirada por un genuino compromiso de servicio y solidaridad humana.
Nuestro admirado monseñor Francisco José Arnaiz S.J. resalta este rasgo que nos humaniza con iluminadas palabras: “Amortizar la deuda de lo que es y se tiene, contribuyendo con lo que se es y se tiene al bienestar y perfeccionamiento ajeno, no es sólo una obligación moral, es visión perspicaz y sabiduría de la vida. La real dependencia mutua y la interrelación de todos los seres humanos, hace que favorecer y engrandecer al prójimo sea favorecerse y engrandecerse a uno mismo”.
Álvaro Corripio Martínez, integrante de la cuarta generación de esta fecunda familia, al pronunciar su discurso en la entrega de los premios Fundación Corripio 2023, puso de manifiesto el compromiso y la solidaridad asumidos por esta institución. Nos dice: “Nuestra familia desde su origen se ha sustentado en los valores de trabajo tesonero, como forma de construir valor; austeridad, como forma de preservarlo por generaciones; responsabilidad social, como forma de agradecimiento al devolver una parte a nuestra sociedad, la que nos permite desarrollarnos; y veneración hacia nuestros antepasados, quienes con su ejemplo de vida y sabiduría nos enseñan.”
Entre los relevantes aportes culturales realizados por la Fundación Corripio se destaca la Biblioteca de Clásicos Dominicanos, que desde 1988, bajo el impulso erudito del inmenso Manuel Rueda, ha publicado una amplia selección de obras de literatura, historia y sociología nacionales. Asimismo, ha auspiciado junto al Estado, el prestigioso Premio Nacional de Literatura, tomando la iniciativa de erigir la Plaza del Inmigrante en la Avenida 27 de Febrero, con la estatua simbólica esculpida por el artista Antonio Prats Ventós. En reconocimiento a los aportes de la inmigración en los ámbitos económico, laboral y cultural.
Más recientemente, la Fundación Corripio ha iniciado la serie Un Viaje a la Historia, para dar a conocer mediante narraciones audiovisuales, los acontecimientos más destacados del pasado dominicano, de la mano del historiador Juan Daniel Balcácer y la coordinación técnica de Dorian Rodríguez. Como nos ilustra Ana Corripio de Barceló, se busca “que nuestros jóvenes, niños y niñas puedan conocer nuestra historia a través de las nuevas tecnologías, una manera de acceder al conocimiento riguroso, ordenado y académico desde una perspectiva refrescante, divertida y desafiante”.
En esta solemne ocasión, acudimos a la entrega de los Premios de la Fundación Corripio destinados a reconocer la trayectoria y los aportes de quienes, con talento y perseverancia, han ampliado los horizontes de la ciencia, el arte, la cultura, la comunicación y la filantropía. Fortaleciendo a su vez, las virtudes del espíritu y la excelencia, fundamentos imprescindibles para impulsar valores auspiciosos del desarrollo socioeconómico y cultural de los pueblos.
Este año el Premio de la Fundación Corripio en Ciencias Naturales y de la Salud, categoría Psiquiatría, ha recaído en el doctor Pedro Pablo Paredes Vallejo, prestigioso galeno, miembro de la Academia de Ciencias, egresado de la reconocida Escuela de Psiquiatría del Reino Unido y graduado del hospital Maudsley de Londres. Quien con el ejercicio de su práctica profesional y sus publicaciones especializadas ha contribuido a ampliar el horizonte de la ciencia médica, dentro y fuera de nuestro país.
Alcanza también a una dama meritoria del ámbito de la cultura, doña Carmen Heredia Vda. Guerrero, a quien se le ha conferido el Premio en Comunicación, en la categoría de Periodismo Cultural, por sus relevantes artículos publicados en el periódico Hoy sobre teatro, danza y música, compilados en su libro Desde la platea. Doña Carmen se ha desempeñado en los más relevantes cargos vinculados al área artística y cultural de la República Dominicana, como directora del Teatro Nacional y Ministra de Cultura, mostrando su capacidad de gestión y su talento personal.
El Premio de Arte, categoría Teatro y Dirección, se le ha otorgado a Guillermo Cordero. Laureado productor y director de obras de teatro, su impronta está ampliamente presente como coreógrafo en connotados escenarios nacionales e internacionales, presentando espectáculos de superior calidad artística. Como fuera el que montara en el Pabellón Dominicano durante la Exposición Universal de Sevilla ’92 con motivo del quinto centenario del Descubrimiento de América.
En esta ocasión, para recibir el Premio Familia Corripio Alonso que otorga la Fundación, ha sido seleccionado el Centro Juvenil Ignaciano por su meritoria labor de formación integral en favor de la juventud dominicana, siguiendo los estrictos postulados normativos de San Ignacio de Loyola.
Por mi parte, quiero resaltar que recibo con inmenso regocijo el Premio en Ciencias Sociales y Jurídicas, categoría Antropología. Desde mi temprana juventud me propuse seguir los designios de mi verdadera vocación: hurgar en los enigmas del pasado para desentrañar, conservar y divulgar el legado de nuestros primigenios habitantes insulares, apuntalando así este componente de las raíces ancestrales que fraguaron la identidad nacional. Labor que no ha sido exclusivamente mía, ya que no hubiera alcanzado ninguna de las metas propuestas sin el solidario apoyo de mi familia y las personas que han colaborado conmigo a lo largo de más de medio siglo dedicado al quehacer arqueológico.
En nombre de todos los galardonados, permítanme manifestar nuestra más sentida gratitud a los miembros de la Fundación Corripio, a los honorables jueces que nos han seleccionado y a las personas e instituciones que nos han propuesto para recibir estos reconocimientos que nos honran y llenan de satisfacción. Ciertos de que lejos de ser un enaltecedor galardón a la labor realizada, constituyen un estímulo para continuar sin desmayo haciendo camino al andar.