Damas y caballeros:
Gracias a todos ustedes por acompañarme a presentar estas memorias que he dedicado a mis nietos que también están aquí, Nicholas, Gonzalo Enrique y Manuel Alejandro.
Agradezco la presencia del presidente Luis Abinader, que prestigia esta presentación con su amable compañía. Gracias también a mi admirado colega Aníbal de Castro por su presentación de “¡Más es Usted!”.
Hace algunos días, mi esposa Patricia se preocupó mucho porque decidí dos o tres cosas que según ella hace la gente antes de morirse, como perdonar agravios y publicar memorias. Advierto que no está en mis planes irme por ahora…
He sido muy afortunado por mis circunstancias que, pese a muchas pruebas de diverso tipo, me han permitido una vida llena de privilegios a veces inmerecidos y otras veces muy trabajados. En este libro cuento muchos detalles que ojalá interesen a los lectores, aunque dejé fuera otros tantos para cuando dentro de otros 45 años escriba unas segundas memorias sobre la tercera edad.
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Desde pequeño quise ser periodista. También quise ser obispo hasta que un perro me mordió en el patio de Santo Tomás de Aquino donde era monaguillo, poniendo fin a esa vocación. Durante un tiempo muy breve quise ser militar hasta que salí huyendo de la academia tras darme cuenta de que no habría sido muy feliz como oficial. Para ser abogado debí estudiar intermitentemente y décadas después hacer la carrera completa desde el principio. Pero lo que he sido ininterrumpidamente de manera profesional desde hace casi medio siglo es periodista.
Mi papá solía decir que quien cree en curas, guardias, abogados o periodistas no puede creer en Dios, de modo que siempre me ha mortificado que cada cosa que he sentido como vocación caiga en esas cuatro desafortunadas categorías.
Aparte de contar mi vida, para proveer contexto, en estas memorias me refiero a la política y la economía de nuestro país durante mis 65 años de vida. Los progresos son más que notables.
Hoy creo que casi todos los problemas de nuestra república poseen como raíz o causa dos asuntos básicos: primero la falta de educación e instrucción básica y segundo la flagrante impunidad que resulta de no haber consolidado el imperio de la ley.
Quizás es un error creer que corresponde solo al Gobierno resolver estas carencias. La inmensa mayoría de los avances extraordinarios de la sociedad dominicana de las últimas seis décadas se debe a los esfuerzos y responsabilidad social del sector privado, comprometido con la democracia y el futuro nacional. Aún así, cada Gobierno que hemos tenido en este medio siglo y pico, hasta el peor, ha hecho algo positivo por sumarlo a lo que se hizo antes y como zapata para lo que falta por hacer.
Igualmente creo un equívoco la búsqueda a veces imposible o irracional de consensos. Jamás podrá consensuarse con falsos sindicalistas liberalizar el negocio del transporte de pasajeros y carga. Jamás podrá consensuarse con el sindicato de maestros su obligación de cumplir con la instrucción de sus alumnos. Jamás podrá consensuarse con claques pseudo-ambientalistas la necesidad de aprovechar nuestra riqueza minera. Jamás podrá consensuarse con quienes no pagan la luz que deben hacerlo y cesar su robo de ese servicio.
Todos estos lisios se corrigen aplicando la ley y su régimen de consecuencias para acabar con la impunidad; para ello es imprescindible que ello sea deseable para la mayoría, lo cual es imposible sin mejor educación e instrucción pública.
El disenso, contrario al consenso, informa mejor a los ciudadanos y expone claramente las alternativas ante cada asunto público cuya atención encargamos a los políticos. Más aun, creo que el disenso fortalece las amistades y el respeto entre personas con diferentes ideas cuando es expresado de forma respetuosa, constructiva y amable, dejando margen para el entendimiento recíproco. El disenso ayuda a demostrar cuan dañino es el mito de que cualquier problema es insoluble porque enfrentarlo representa algún impagable costo político. Para ello el mejor periodismo, tanto informativo como de opinión, es imprescindible.
El periodismo es un oficio fascinante para quienes lo amamos y lo padecemos como un virus incurable. Hay que tener piel de cocodrilo para insensibilizarse ante muchas reacciones de un público que manifiesta sus desacuerdos de manera a veces oprobiosa.
Creo que esto se debe a que existe una enorme confusión entre el periodismo informativo, que exige cierta imparcialidad y compromiso de lealtad hacia el público, y el periodismo de opinión en que como dice su nombre se trata precisamente de opinar, tomando partido a veces.
También hay confusión acerca de la importancia de poder cambiar de opinión. Descubrir nuevas verdades es el fundamento de todos los avances culturales de la humanidad. Aferrarse a ideas anteriores que descubrimos que eran erradas es como preferir creer que la Tierra es plana, que solo existen cuatro elementos o que algunas brujas prefieren escobas de guano.
Mi más reciente cambio de opinión en la política ha sido con respecto al presidente Abinader. En nuestra amistad he encontrado a un auténtico caballero. Me agrada tenerlo como lector. Mis ideas son públicas y transparentes, por lo que no es preciso politiquear en este acto. Una de las mejores maneras de ayudar a cualquier presidente a ser lo mejor que pueda es nunca ser incondicional ni renunciar a señalar lo que nos disgusta. Morderse la lengua duele.
Agradezco mucho a los patrocinadores de la publicación de “¡Más es usted!”. Estos son el Banco de Reservas, el Grupo SID y sus empresas, Fertilizantes Santo Domingo (FERSAN), el Grupo Puntacana, Transagrícola, Barrick Pueblo Viejo, Central Romana, Marítima Dominicana y Humano. A mis amigos Samuel Pereyra, Ligia Bonetti, Lil Esteva, Luis Viyella y sus hermanos, Frank y Haydee Rainieri, Felito García, Juana Barceló, Ramón Menéndez y Leo Matos García, Gustavo Tavares y Eduardo Cruz, les doy muchas gracias por su generoso apoyo. También a Editora Búho y a Editora Corripio.
Y a ustedes por acompañarme en esta tarde, muchísimas gracias. Aparte de mi bellísima familia, Dios me ha regalado el privilegio de muy queridos amigos y parientes. ¡Gracias!