En Lucas 4, 21 – 30, Jesús incomoda a hombres y mujeres muy seguros de su valer. Jesús atacó su cómodo nacionalismo arrogante, citándoles los ejemplos de Elías y Eliseo, que actuaron a favor de extranjeros. Luego querían despeñar a Jesús por un barranco.
Los pueblos del Caribe somos pueblos simpáticos. Llegan los turistas y se encantan con nuestro sol en el cielo y el calor humano dominicano en el suelo.
Pero hemos de reconocer con sinceridad que aquí hay millones de ciudadanos que mal viven en los infiernos de los barrios marginados, los campos olvidados y nuestra capital caótica de la cual se fuga todo el que puede cada viernes.
Somos gente simpática, pero nos falta responsabilidad social. Se evaden impuestos y el rendir cuentas de cómo se gastan.
Alegremente ignoramos los montones de basura y los criaderos de mosquitos. Nuestras calles y carreteras están plagadas de choferes violentos e irresponsables. Podemos exportar candidatos verbosos, pero nos faltan ciudadanos que quieran enfrentar nuestras necesidades sociales.
En 1965, los obispos del mundo reunidos en el Concilio Vaticano II, nos lanzaron como Jesús estas palabras incómodas: “Hay quienes profesan amplias y generosas opiniones, pero en realidad viven siempre como si nunca tuvieran cuidado alguno de las necesidades sociales.
No solo esto; en varios países son muchos los que menosprecian las leyes y las normas sociales. No pocos, con diversos subterfugios y fraudes, no tienen reparo en soslayar los impuestos justos u otros deberes para con la sociedad.
Algunos subestiman ciertas normas de la vida social; por ejemplo, las referentes a la higiene o las normas de la circulación, sin preocuparse de que su descuido pone en peligro la vida propia y la vida del prójimo”. (La Iglesia en el Mundo Actual, No. 30.)
Queda mucho año por delante, apliquémonos estas palabras incómodas.