El papa visitó ayer Vánimo, una localidad a unos 1,000 kilómetros de Port Moresby, capital de Papúa Nueva Guinea, de 11,000 habitantes y enclavada entre el mar y la selva, para animar a los misioneros que trabajan estas tierras remotas y llevó casi una tonelada de material entre medicinas, ropa y juguetes para niños.
El papa llegó a esta misión en la selva con un avión militar de las Fuerzas Aéreas australianas tras un viaje de cerca de dos horas y fue recibido por cantos de baile y cerca de 20,000 personas frente a la explanada de la catedral de la Santa Cruz.
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“Estoy contento de encontrarme en esta tierra maravillosa, joven y misionera”, dijo el papa. “Ustedes aquí son ‘expertos’ en belleza porque están rodeados de ella. Viven en una tierra magnífica, rica en una gran variedad de plantas y aves, donde uno se queda con la boca abierta ante los colores, sonidos y olores, y el grandioso espectáculo de una naturaleza rebosante de vida, que evoca la imagen del Edén”, añadió.
El papa elogió la labor de los catequistas “que afrontan largos viajes, para llegar incluso a las comunidades más lejanas, a veces dejando sus casas». “Llevan a cabo algo muy lindo, y es importante que no se queden solos, sino que toda la comunidad los apoye, para que puedan cumplir su mandato con serenidad, sobre todo cuando tienen que conciliar las exigencias de la misión con las responsabilidades familiares”, valoró.
E instó a ayudarles también promoviendo “el anuncio misionero allí donde vive, es decir, en la casa, en la escuela, en los ambientes de trabajo.