¿Cómo buscar camino de solución alguna al tema de la autenticidad interior de un escritor con serias inquietudes sociales y la adecuación entre creencia ideológica y modo material de vida? El primer paso es no omitir el delicado tema.
En un texto titulado “Memorias del Viento Frío”, Pedro Conde Sturla argumenta con sobrada razón, para zanjar este tema, lo siguiente:»A pesar de todo, René no traicionó sus ideales. Vendió su fuerza de trabajo, no su conciencia»…
Hasta el momento, nadie ha podido sintetizarlo mejor que Pedro Conde Sturla, aquel autor de la antología informal, memorable…
Su razonamiento no es una simple concesión irreflexiva, repentina.
Trasluce una convicción honesta en favor de René del Risco Bermúdez.
El carácter explícito de la afirmación citada deja entrever que Conde Sturla la hace no para responder a nadie, sino para dejar claro lo que piensa de un tema casi tabú o tratado de modo furtivo, de soslayo y cargado con discretas sonoridades negativas en otras voces.
En las noches calurosas de esta su ciudad, el cantor urbano recordaba esa memoria en algunos paseos nocturnos, sentado en la parte delantera de un carro Volkswagen, quizás rojo oxidado para más señas, mientras José Israel Cuello manejaba. Las vueltas eran interminables y en la distancia eran dos siluetas que en medio de la calle El Conde, aún no peatonal, revisaban como amigos aquel presente-pasado, turbulento.
En aquellas noches, eran una estampa distinguible entre 10:00 y 11:00 p.m. en pleno corazón de la Ciudad Colonial: Pasaban una y otra vez, en la lejanía por el cristal trasero, las manos de René gesticulaban con entusiasmo, era visible y curioso.
¿Encontraba René en los largos diálogos con su antiguo compañero de cárcel una explicación extra a sus percepciones de la realidad circundante entonces?…
No habrá que olvidar que el mundo intelectual dominicano post Abril fue bien polémico, difícil y sectario, donde una cierta ortodoxia ideológica brotaba con el cerebro vendado y en las manos, la oscura espada zahiriente de otras conciencias cuyos rumbos independientes, en lo temático, nada tenían que ver con lo «literariamente correcto».
René del Risco Bermúdez había roto en estilo y temática aquel maldito ghetto mediocre y empobrecido de visiones alternas.
En aquel ambiente, bajo distantes rumores infundados, escribió René del Risco Bermúdez su obra…
En aquel contexto: ¿Era posible entender como normal la amalgama lírica de envolver la cotidianidad con pulsiones del corazón, aliñadas de pasiones fuertes como humano refugio ante nuestra realidad de post guerra, para llamarle de algún modo?…
Volvemos al Viento Frío.
«Ahora se acaban aquellas las palabras, se harán cenizas del corazón, se quedarán para uno mismo.
Es hermoso ahora besar la espalda de la esposa, la muchacha vistiéndose en un edificio cercano, el viento frío que acerca su hocico suave a las paredes, que toca la nariz, que entra en nosotros y sigue lentamente por las calles, por toda la ciudad…»
(El Viento Frío)…
En René, El Viento Frío es una ciega niebla tropical, un largo manto en forma de vaho que atraviesa su ciudad, apenas libre sus cielos, de la humareda y los estruendos de los cañones 105, sin retroceso, pero una imagen no omite la otra: se recurre a la ternura mientras el viento frío y lo que él significaba, marcaba la vida cotidiana.
La historia y sus accidentes quieren obligarle a un total pesimismo, pero no puede, su voz altiva, el imaginario vital de sus textos, no se resiste a esa derrota creativa total, definitiva…
III. René del Risco Bermúdez o La Falsa Utopía de la Muerte.
Se han hecho cotejos de textos y poemas, para concluir que había una búsqueda o presagio permanente hacia el abismo de la muerte deseada o en todo caso: de la tragedia presentida.
Respeto estas deliberaciones, pero sostengo otro punto de vista: en René del Risco Bermúdez no había utopía mortal, todo lo contrario, antes de la tragedia se preparaba para dedicarse a escribir de modo libre, manejando en un consorcio de su autoría todo el tema de Medios y Publicidad, porque su añoranza genuina y preciada era escribir y escribir, que en él más que una excelente vocación de aciertos, era pasión y cosmovisión de la vida vivida.
No pretendo descalificar a quienes pudieran pensar diferente a mí, sería un propósito estéril, una absoluta pérdida de tiempo, al margen de crasa estupidez ensoberbiada.
En cambio, es preciso no olvidar que vivimos en un país que aún necesita de modo urgente una antropología crítica de su fantasmagoría necrófila, pletórica de un nivel ficcional aberrante y alucinador, propio de una sociedad que no habilita el tiempo moral necesario para reconocer valores intelectuales u otros valores simples a las personas en vida: historias sobran…
¿Una persona que haya pasado por la experiencia de la tortura, con todo lo que ello implica en términos de recuerdos y pesadillas; una persona que termina de salir de un proceso bélico con vida; una persona que mira cómo sus compañeros de trincheras aparecen en los titulares de periódicos con la muerte en los párpados, una persona con ese peso mental y de conciencia, no tendría derecho a exorcizar la muerte vía la literatura?…
Quizás lo que no quiso nunca, como en las reflexiones de E. M. Cioran, fue dar la espalda a toda tragedia posible como péndulo incontrolable en la velocidad sublime del tiempo, quizás también, quería evitar «las quimeras», aunque en sus versos y canciones predominaran de modo avasallante:
«Los amantes de la tarde ya se van a despedir, como duelen las palabras que se dicen al partir.
Ella baja la mirada, el no quiere sonreír.
Yo me pregunto lo que será, si al despedirme algún día tendré que llorar.»
Pasa la vida el tiempo corriendo el amor y yo no entiendo nada, no sé lo que soy»…
(Canción yo me pregunto)
A René del Risco Bermúdez, le han inventado, entre los años y las urbanas leyendas una falsa utopía de la muerte, inconsistente, que nubla lo mejor de su intención al escribir y soñar.
En diciembre de este año 2017, se cumplirán 45 años de la desaparición de René del Risco Bermúdez y ello nos recuerda que en la cúpula del cosmos hay millones de verdades en órbita, pero solo algunas iluminadas.
Al leer estas palabras, como en las clásicas tragedias griegas, espero que esta catarsis ayude a cerrar, aunque nunca es para siempre, al menos un poco, aquel agujero y su universo de recuerdo y dolor. (CFE)
NOTA: Este texto fue escrito para un coloquio de la Feria Internacional del Libro 2017, dedicada a René del Risco Bermúdez.