Los bancos centrales no quitan el pie del acelerador, la semana pasada subieron y mucho los tipos de interés. La Reserva Federal estadounidense en 0.75 puntos por tercera ocasión consecutiva, hasta 3% – 3.25%, no obstante, un pronóstico de crecimiento por debajo de la tendencia y debilitamiento del mercado laboral.
Es la política más dura desde la década de 1980, acumula 300 puntos básicos en lo que va de año, estimándose dos subidas en las próximas dos reuniones (1-2 de noviembre y 14-15 de diciembre), para ubicarse en la banda 4.25%-4.50%.
Y en la zona euro, donde se pronostica recesión para el último trimestre de 2022 y primero de 2023, y pobre crecimiento de 0.9% en 2023, si Rusia mantiene cerrado el grifo del gas, lo que es casi seguro, el Banco Central Europeo, que privilegió el combate a la inflación, en agosto cerró en 9.1%, subió sus tipos de interés en tres cuartos de punto. Necesitó solo dos reuniones y dos meses para dejar atrás ocho años de intereses negativos, para pasar de 0% a 1.25%. En octubre lo aumentara nuevamente.
Como estos incrementos de interés hacen más atractivos los instrumentos financieros en Estados Unidos y zona euro, lo recomendable es preservar el diferencial de tasas de rendimiento que hemos tenido para evitar salida de capitales o reducción del ritmo de entrada.
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Implica que nuestro Banco Central debe continuar el ciclo de alza de su tasa de referencia que inició de manera preventiva en el último tercio del 2021, mucho antes que los grandes bancos centrales.
Por ese motivo, y por la apreciación del peso frente al dólar, un 2% de enero a diciembre 2021 y 7.5 por ciento de enero al 21 de septiembre de 2022, porque en la práctica equivale a subidas de los intereses, no ha sido necesario fuertes incrementos de la tasa de referencia.
Por dos motivos la apreciación del peso ha sido viento de cara para nuestra economía, evitó empeoramiento de la capacidad adquisitiva como consecuencia de la fuerte inflación importada y contribuyó a mantener la demanda interna como motor del crecimiento.
Para que se entienda mejor tómese como ejemplo el petróleo y derivados que importamos. La factura represento 4.0% del PIB y 2.0% del PIB la de gasolinas, gasoil y gas licuado de petroleo (GLP) en 2021.
El barril del WTI se encareció un 56 por ciento, de US$73.47 en junio 2021 a US$114.67 a final de mayo de 2022.
Las siguientes hubiesen sido pérdidas potenciales para la economía: a) 2.24 por ciento del PIB (56% x 4.0%) pérdida acumulada de ingreso por deterioro de la relación real de intercambio, debido al valor de las importaciones de petróleo y derivados como porcentaje del PIB.
Y b) 1.12 por ciento del PIB (2.0% x 56%) pérdida de poder adquisitivo de los consumidores por impacto de la mayor tasa de inflación que hubiese resultado sobre el consumo de gasolinas, gasoil y gas licuado de petroleo (GLP) en porcentaje del PIB.
Estas pérdidas potenciales fueron reducidas de manera significa por el efecto compensador de la apreciación del peso frente al dólar, al disminuir el precio en pesos del petróleo y derivados importado. A lo que se sumo el subsidio del Gobierno al consumo de gasolinas, gasoil y GLP.