En ocasión de celebrarse el Día de la Tierra, 22 de abril, la Academia de Ciencias consideró como grave la situación ambiental del país debido a la escasez de agua, la contaminación de las principales fuentes acuíferas, erosión y pérdida de suelos, deterioro de las cuencas hidrográficas, extracción indiscriminada de agregados en la mayoría de los ríos del país, “con la mirada indiferente de las autoridades”.
También citó la sedimentación de las presas y el deterioro de los ecosistemas de montañas, eliminación de zonas boscosas con la consecuente pérdida de biodiversidad, deficiente manejo de los desechos sólidos, altos niveles de ruidos, avance de procesos de desertificación.
Otro de los problemas es la ausencia de un plan de Ordenamiento Territorial y serias amenazas a nuestro Sistema Nacional de Áreas Protegidas. “Este es un serio y complejo desafío que tiene por delante nuestro país, que se agrava por ser un estado insular con amenazas derivadas de los efectos del cambio climático que, de cumplirse las predicciones, subiría el nivel del mar y perderíamos amplias zonas costeras”, indica la entidad.
Entiende que la situación se hace más delicada por la incapacidad de las instituciones estatales encargadas de resolver los citados problemas. Asegura que la población se siente impotente y desprotegida, ya que no advierte a una autoridad capaz de gestionar y administrar los recursos naturales, aplicar las leyes y normativas a los infractores.
En el discurso de los evangélicos que aspiran a cargos públicos ni tampoco en los que no aspiramos, no se asume como una responsabilidad el cuidado de la naturaleza, el cuidado de esta Tierra que Dios ha creado. Dios creó el hábitat que tenemos y nos ha hecho a todos nosotros responsables de su cuidado, del cuidado de la naturaleza, cualquier descuido o violación a este orden natural es contra natura.
Aprendí del teólogo católico Leonardo Boff que pecado es todo lo que va en contra del propósito de Dios para el orden y el cuidado de la vida. Es decir, todo lo que se opone al orden y a la vida creada por Dios, es pecado.
Este lamentable deterioro de la Tierra que Dios creó va contra lo que Dios ha establecido. Va contra el orden natural que Dios ha dispuesto.
El deseo de Dios es que el ser humano se beneficie racional y equitativamente de todo lo que Él ha creado. Sin embargo, estamos destruyendo todo lo que Dios ha creado, ante la indiferencia de quienes nos sentimos llamados a defender en todas las dimensiones el orden de Dios para la vida. Para defender eso no decimos que somos miles de iglesias y organizaciones, para eso no somos la fuerza social de que tanto hablamos (me incluyo, y hago mea culpa por este silencio indiferente).
Por eso digo y seguiré diciendo que a nuestra participación (como evangélico) en la política y en la acción social le hace falta ese discernimiento que solo se alcanza con una seria y sistemática reflexión bíblica y teológica. De lo contrario nuestra participación política estará ideológicamente solo tratando de justificarse en coyunturas moralistas ocasionales y puntuales (sacar al embajador Brewster del país, aunque nos traigan un super macho que se acueste con una mujer distinta cada noche. Lo que también es pecado). Si nuestra participación política no tiene un espectro más amplio del propósito de Dios para el orden y la vida humana, irremisiblemente, aunque sea a nombre de nuestro triunfalismo numérico evangélico, el resultado de esta participación será más de lo mismo.
Hasta el momento no he escuchado a ningún candidato evangélico hablar con propiedad y consistencia sobre el tema del cuidado de la Tierra, algo que es un claro, amplio y sostenido mandato de Dios para todos cuanto habitamos el planeta, muy especialmente para nosotros los creyentes. Es más, me atrevo a adelantar que para casi todos los candidatos –evangélicos o no– este día que llama a la reflexión sobre el cuidado de la Tierra pasará sin pena ni gloria.