Porque la humanidad necesita el disfrute de la condición apacible de espiritualidad; pues se requiere tener un nivel apreciable de conciencia espiritual que sirva de modelo, y aún más, es propicio tener ambiente de paz y sosiego personal y grupal con presencia y ostensible aporte corporativo comprometido e influyente, y la presencia de las comunidades unificadas de las diferentes religiones, mayormente de la cristiana, así como la sociedad civil en general.
Es preciso que los cristianos y personas de buena voluntad tengan un estado común de sentimientos sobreentendidos, de pasiones benévolas, y estar en disposición de unirse y servir de ejemplo de unidad en la diversidad. Es propio estar disponible y presto en la vida virtuosa, a fin de enfrentar de manera mancomunada: las crisis de gran envergadura que azotan a personas desvalidas, a grupos privados de derechos humanos, a comunidades que sufren de carencia de alimentos, de insuficiencia de auxilios de salubridad, de ineficientes programas de enseñanza, de penurias de seguridad social, y de todos estos y otras indisposiciones. Al mismo tiempo, los fieles de todas las tendencias religiosas y gente de buena vecindad deben estar motivados a auxiliar a pueblos y naciones azotados por calamidades naturales, maléficas plagas, insalubridad, doblegadas por regímenes dictatoriales, viviendo en caos incesantes de desórdenes sociales, incoherencias políticas, artificios económicos, indiferencias de ética-moral o embestidos por actos vandálicos y terrorismos…
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Este artículo de asomo típico ético-moral sobre la necesidad de espiritualidad comprometida, es el resultado de observar y anhelar un mundo dado a la renovación de la práctica de la bienaventuranza, ya que es prudente la modalidad existencial donde impere la conciencia unificada por la presencia del Espíritu Santo, glorificando al Creador desde un mismo contexto, amando y sirviendo con condescendencia humana; y efectuando acciones que podrían ayudar a renovar las tradiciones religiosas y finalizar las divisiones eclesiales, y dar por terminados los vergonzosos hechos del prosaico sectarismo, las irregularidades en organizaciones eclesiales vigentes, los gobiernos ineficaces, y corruptos. Se añade que esta es una declaración personal y humana, tocante la necesidad de tener vidas consagradas y de espiritualidad comprometida, como forma para llamar la atención por motivo de sensibilidad, razonamiento lógico, sensatez y deseo de ver el mundo renovado y disfrutando de justicia.