JOSÉ ANTONIO MARTÍNEZ ROJAS
Hemos leído con indignación en la prensa nacional, cómo humildes y laboriosos pescadores dominicanos han sido apresados, vejados, golpeados y obligados a pasar hambre en las islas de Bahamas y Jamaica, por cierto, ambas pertenecientes al CARICOM, del cual nuestro participa activamente en sus reuniones.
El alegato es muy simple. Violación de la zona protegida conforme a los límites establecidos por los convenios internacionales concernientes a los derechos del mar.
Debemos señalar que estos límites han sido motivo permanente de conflictos ya que la zona protegida por los estados de las 200 millas es de muy difícil aplicación en el Mar Caribe dada la proximidad de una isla con la otra. El acuerdo a que se ha llegado después de múltiples intercambios de coordenadas es muy precario y ha dado lugar a que se originen muchos incidentes como los que sucedieron entre las embarcaciones dominicanas y las autoridades de las Bahamas y Jamaica, acontecimientos que desembocaron en el apresamiento de más de cien dominicanos privados de su libertad por más de un mes, sin que nuestra Marina de Guerra hiciera nada para impedir estos humillantes atropellos.
Al parecer, nuestra anquilosada y añosa Marina de Guerra no está en condiciones de enfrentar las bien dotadas y modernas lanchas patrulleras de Bahamas y Jamaica, países que pertenecen a la Comunidad Británica y aunque aparentemente independientes, son apertrechadas y entrenadas por el Reino Unido quien es además el suplidor de los equipos y el material bélico de que hacen gala impunemente frente a nuestra obsoleta Marina de Guerra. Esta, al parecer ha tomado la debida precaución de la cual no hicieron gala los argentinos, cuando en la guerra de Las Malvinas sacaron su buque insignia, el enorme destructor General Belgrano, el cual fue hundido en un tris por la Marina Real Británica pereciendo innecesariamente un gran número de marineros argentinos.
Nuestra Secretaría de Estado de Relaciones Exteriores debería jugar un papel más decisivo y preponderante en este tipo de episodios bochornosos para nuestros conciudadanos que se han visto desprovistos de la protección oficial a la cual tienen derecho conforme a la Constitución de la República. Hubo que apelar a empresas particulares para ir en rescate de estos infelices que estoicamente debieron soportar hambre, vejámenes y una elevada multa por dedicarse a una de las faenas más antiguas del mundo: la pesca. Sin embargo, nuestras autoridades -léase Marina de Guerra- se muestran complacientes cuando buques japoneses y de otros países pesqueros, con grandes redes de arrastre, invaden y faenan en nuestro Mar Territorial y Zona Contigua y arrasan con cuanto pez de valor comercial cae dentro de los aparejos utilizados para la pesca comercial e industrial en gran escala.
Entendemos que nuestra Marina de Guerra debe ocuparse menos de los dominicanos y muchos extranjeros que utilizan nuestro país como puente y desean cruzar el Canal de la Mona e irse a Puerto Rico y dedicarse a la protección de esos valerosos pescadores que desafiando el mar proceloso, se arriesgan para buscar dignamente el sustento de su familia. A los que desean abandonar el país, deben ponerle freno las autoridades del país receptor. Tanto debe ser así, que el país con mayor número de emigrantes, México, no tiene una política estatal para impedir el tráfico de indocumentados hacia los Estados Unidos de América. Nosotros tenemos el ejemplo más significativo al lado nuestro. Que sepamos, nunca las autoridades haitianas han hecho un esfuerzo para impedir que sus nacionales atraviesen la frontera y vengan hacia nuestro suelo. Aquí vale la frase cada cual que se defienda como pueda.
Tal y como expresaba Ciro Alegría, el mundo es ancho y ajeno. En este caso es ancho para los dominicanos pero ajeno por voluntad de los más fuertes, quienes aparentan ser los más débiles (Jamaica y Bahamas), pero tienen detrás al Reino Unido y su famosa Mancomunidad Británica. Por eso, es necesario que aunando esfuerzos, tanto diplomáticos como logísticos, se les enseñe periódicamente a nuestras unidades pesqueras, las zonas limítrofes en donde pueden sin peligro a ser arrestados, pescar libremente con apego únicamente a las leyes dominicanas.
La Marina de Guerra sería, conjuntamente con los funcionarios de la Secretaría de Estado de Relaciones Exteriores, los llamados a impartir estos cursos para que después nuestros empresarios pesqueros no puedan alegar ignorancia cuando sus unidades son arrestadas por los patrulleros de Bahamas, Jamaica y por qué no, hasta de las islas Caicos y Turcas. Si nuestra Marina de Guerra, el cuerpo militar más antiguo después del Ejército no puede llevar a cabo estas funciones, que la desmantelen y utilicen sus miembros en la seguridad insular que tanto la necesita para detener la ola de delincuencia y tráfico de drogas que se ha desparramado por todo el territorio nacional.