Paredón digital

Paredón digital

Guido Gómez Mazara

Estacionados en el mundo digital, la democratización de la información abrió las compuertas a un ejército de resentidos e infames que, a golpe de una tecla, trasladan e imputan a terceros lo que estructuralmente hacen. Y de un momento a otro, se tornan en herramientas útiles del juego político, fundamentalmente a los derrotados en las urnas, pero ansiosos de una recuperación por vía de igualarnos a todos. El tinglado comienza con el esparcimiento de una falsedad quintuplicada por granjas de propaladores concentrados en repetir cien mil veces la mentira. Sin el talento de Goebbels, imitan sus hábitos engañosos.

Lo grave es que la afanosa tarea de la injuria digital podría penalizarse en los tribunales, aunque sus niveles de degradación constituyen signos malsanos de una sociedad a la deriva. Y en eso sí tenemos una cuota de responsabilidad porque muchos se tornaron indiferentes cuando los dardos del desquite político y/o insuficiencia para la justa competencia se pensaron como fenómeno aislado y distante.

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El elemento esencial de la degradación del mundo digital radica en el uso irresponsable de una magnífica herramienta que, orientada en la dirección correcta, sirve de pieza revolucionaria en capacidad de posibilitar que amplios núcleos ciudadanos puedan dar el salto a la modernidad. Por eso, no podemos confundir su trascendencia con el vil ejercicio de los que, escasos de probidad, pervierten el esquema digital.

Ahora bien, la olímpica indiferencia o el casi siempre financiado aplauso cómplice tienen en los tribunales el mecanismo civilizado de resarcir una intención dañina. No importa el tiempo que se tome ni los incidentes procesales concentrados en postergar una sentencia condenatoria. Detenerse o pactar sobre arrepentimientos puros y simples, al final estimula la intención maliciosa de afectar reputacionalmente. Y colorín colorado.

Ponerle punto final al desenfreno que, injustamente, hace de las redes sociales un paredón o lodazal calumnioso es responsabilidad de la gente que apuesta al adecentamiento de la vida nacional. Ojalá no se confunda la intención sana con criterios intolerantes. No, jamás. Las críticas y ejercicio plural que se pone de manifiesto en el mundo digital es un valor fundamental de la democracia.

Ahora bien, construir sombrillas protectoras bajo la cobardía de sinónimos debe generar consecuencias penales. Y la ley o adecuación con ribetes de sanción ejemplar debe ser la ruta correcta. De no hacerlo, la canalla digital estaría de fiesta.

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