Parloteos tabernarios (2)

Parloteos tabernarios (2)

-Seguramente usted no conoce un bar de Santo Domingo Este llamado “Taberna del trago corto” – No lo conozco; pero pienso que es un hermoso nombre si lo contrastamos con lo que aquí llaman “tragos largos”.- El “bartender” coloca bandejas redondas con granos de maní, semillas de cajuil y aceitunas. Las bebidas pueden ser en copas, si se trata de vino; o en pequeños vasos aplastados si es ron, whisky o grappa. Los parroquianos llenan el lugar a partir de las cinco y treinta de la tarde; y hablan hasta las nueve de la noche, estimulados por los “tragos cortos”. Es un lugar apacible.

– Como los tragos suelen ser “cortos”, no se llega a los insultos y reyertas, tan frecuentes donde se habla de política en voz alta. Un señor calvo, hijo de españoles, declara abiertamente sus opiniones acerca de políticos y partidos, sin ninguna clase de inhibiciones. A pesar de que la tradición heredada de los dictadores dominicanos: Santana, Báez, Lilis, Trujillo, nos ha dejado la convicción de que “hablar es peligroso”, allí todos hablan con el mayor desparpajo. Yo diría que con “excesiva” libertad. A menudo escuchas terribles e inmisericordes “diagnósticos psicológicos” sobre funcionarios públicos. El parloteo, ordinariamente, es atrevido, veraz e irresponsable.
-Tal vez los habituales de este bar y de muchos otros, hayan encontrado un método colectivo de higiene mental. Una manera “alternativa” de sacar de sus almas las aguas negras producidas por el desorden, los abusos, la criminalidad, que caracterizan nuestra época. No han acudido a un psiquiatra, desconocido y sombrío, que les haga preguntas capciosas. Se reúnen con amigos, con personas que inspiran confianza y, en forma “irregular”, practican una confesión no religiosa. Viene a ser una catarsis divertida recurrente.
-Hay personas que visitan este lugar para saber por dónde van los tiros, para enterarse de “lo que está pasando”. Son observadores ocasionales de grupos sociales de clase media. Para los que vivimos por aquí, es un asilo o un refugio y también un “estabilizador” emocional. Hay mucha gente que, como nosotros, no entiende la economía, ni la política; pero que desea seguir viviendo. Escapamos de las noticias ingratas, de nuestros trabajos mal remunerados. Somos impotentes para corregir cualquier cosa.

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