Los testimonios dramáticos y de impotencia por parte de pacientes que no han podido ser atendidos para recibir asistencia médica debido al paro en los hospitales públicos, ha puesto al descubierto un penoso cuadro de indolencia e insensibilidad frente a las personas de escasos recursos que no tienen posibilidad de atenderse en centros de salud privados.
Los médicos y los ciudadanos que forman parte de otras profesiones y que están organizados en gremios como el Colegio Médico Dominicano, tienen perfecto derecho a luchar por mejorías y reivindicaciones, pero sin incurrir en acciones crueles e inadmisibles como abandonar sus obligaciones en los hospitales.
Aunque sus reclamos sean justos y merecedores de reconocimiento, apoyo y atención, sobre todo si son canalizados civilizadamente y con respeto a los demás, deberían darse cuenta que esas acciones no pueden ser emprendidas a costa del sufrimiento de gente pobre que por desatención puede verse expuesta a un agravamiento de sus dolencias y hasta morir.
En reportajes con enfoques de interés humano publicados por la prensa escrita y en trabajos difundidos por medios audiovisuales en los últimos días, el impactante denominador común ha sido el padecimiento de pacientes que han tenido que retirarse a sus hogares sin ninguna garantía de que podrán ser atendidos en el corto plazo, ya que hay amenazas de nuevos paros y con más prolongados períodos de duración.
La dirigencia del Colegio Médico no alcanza a comprender y mucho menos reflexionar sobre la necesidad de buscar otros métodos de lucha, ya que la forma en que expone esta causa de torna impopular y por demás sumamente peligrosa, por cuanto atenta contra el derecho a la salud. En su persistente obcecación no logran advertir cómo están generando repercusiones negativas, no sólo en la prensa tradicional sino a través de las redes de las redes sociales, las cuales con frecuencia son más rápidas para castigar que para premiar, en especial cuando de por medio está el interés general y el sufrimiento de la gente más necesitada.
Sin embargo, siguen aferrados a estas suspensiones de servicios hospitalarios, sordos ante las voces que llaman a la sensatez y la prudente reconsideración, sin que hasta ahora se vislumbre disposición al entendimiento con las autoridades de Salud Pública, que han dicho estar abiertas a dialogar y que solo lo condicionan a que no sea en medio de un ambiente de tensiones como el generado por los paros médicos.
El Colegio Médico haría bien en variar su actual postura inflexible y de renuencia a una meditación serena, ya que de esta forma podría de alguna manera despejar dudas y conjeturas, como las insinuaciones de que la persistencia en los paros responde, más que a una jornada de carácter reivindicativa, a una estrategia mediática y radical de la actual directiva del colegio en su propósito de lograr otro período de gestión en las próximas elecciones del gremio.
Los médicos han dicho que garantizan el servicio en las emergencias y a los pacientes de gravedad, ¿pero quién responde por las personas hospitalizadas por estados no tan delicados, pero que necesitan la revisión periódica, el monitoreo y seguimiento de sus tratamientos y que ahora ni siquiera contarán con asistencia paramédica, ya que al paro planean sumarse enfermeras y bioanalistas? ¿Quién será el responsable moral y culpable ante la justicia si por cualquier dejadez o descuido si uno de los estos pacientes pasa de una dolencia controlable a un estado de gravedad que pueda llevarlo a la muerte? ¿Acaso tendrá que producirse uno de estos casos para que el actual estado de inconciencia sea superado y que en su lucha gremial prime en los médicos la razón sin renunciar a sus atendibles reclamos de mejoras salariales, algo con lo que la opinión pública está de acuerdo, pero no a través del método que se ha venido utilizando, desoyendo el clamor ciudadano.