Riccardo Ceccobelli, párroco de San Felice di Massa Martana, un pueblo del centro de Italia, protagoniza hoy las páginas de los periódicos del país tras anunciar a sus feligreses que colgará los hábitos por haberse enamorado de una de las catequistas, Laura.
Los feligreses escucharon atónitos la decisión de Don Riccardo de dejar el sacerdocio porque se había enamorado y quería vivir con total honestidad esta historia de amor, al final de la misa del pasado domingo.
Junto a él estaba el obispo de la diócesis de Orvieto-Todi (Umbría, centro), Gualtiero Sigismondi, quien ya comenzó hace algunos días el proceso para que el párroco abandonase el estado clerical.
«Me he enamorado», dijo el padre Riccardo, de 42 años, al anunciar que dejaba los hábitos después de haber sido ordenado en marzo de 2012.
Desde la casa de sus padres, donde ha tenido que trasladarse tras abandonar la parroquia, el exsacerdote ha asegurado a los medios italianos que siente «una sensación de honestidad, libertad y claridad » tras tomar una de las más importantes decisiones de su vida.
Estos últimos días han sido tan duros que se los ha pasado llorando, por lo que lleva un ojo tapado con una venda debido a la irritación que le han provocado el llanto.
Ahora -explica- quiere vivir este amor con Laura, a quien conoce desde hace al menos cuatro años, pero asegura que nunca ha traicionado «la promesa» que le hizo al obispo «de ser sacerdote hasta el final» y que siempre ha mantenido «las obligaciones establecidas por el ministerio sacerdotal», entre ellas la del celibato.
«Nos conocemos desde hace cuatro años, porque he sido el párroco de Massa Martana durante seis años y nos conocimos en la parroquia. Pero fue el pasado mes de septiembre cuando supe que algo dentro de mí había cambiado para siempre», explica en una entrevista al «Corriere della Sera».
«Al principio hice todo lo posible para mantener la situación bajo control, lo juro, esperaba que encontrara novio, pero cada día que pasaba iba de mal en peor. Una noche sentí con fuerza la necesidad de llamarla por teléfono. No podía dormir sin escuchar su voz. Cuando ella respondió, dije: “¿Hola? Hola soy yo. después sentí un bienestar, una gran paz dentro de mí. Y me quedé dormido. En enero presenté mi dimisión al obispo», asegura.
Laura tiene 26 años, es enfermera y también catequista y asegura al diario: “queremos poder seguir en la Iglesia, si hay reglas que respetar queremos hacerlo, sin causar escándalo».
Y ahora el cura, como ya les dijo a los parroquianos el pasado domingo: «Quedó a disposición de la Iglesia y busca trabajo».