Pasión, presión y prisión de Haití

Pasión, presión y prisión de Haití

Eusebio Rivera Almodóvar

Haití es “el país de los diez millones de Jesucristos”

Las diversas representaciones y producciones cinematográficas de “La pasión de Cristo” y el martirio colectivo de la vecina nación, al margen de creencias o dogmas religiosos, me permiten definir a Haití como “el país de los diez millones de Jesucristos”.

Haití es calificado como el país más pobre del hemisferio y sus carencias fueron aprovechadas por gobiernos dominicanos, en especial el dictador Rafael L. Trujillo, en función del menor costo de su mano de obra debido a la presión representada por su elevada y siempre creciente población, en un territorio relativamente pequeño y con débil producción, poniendo al hambre como enemigo número uno para su desarrollo y, con un vecino competidor, con más y mejores herramientas medioambientales y mayores riquezas que ofrecer y explotar, la presión creció juntamente con sus necesidades para subsistir.

Dentro de todas las informaciones que circularon en torno al asesinato del presidente Jovenel Moïse, escuché que uno de los exmilitares colombianos habló a un(a) pariente sobre la posibilidad de que su trabajo fuera en África y ese detalle, junto a la realidad de que los haitianos lucen como “prisioneros” del hambre, la ignorancia, la falta de viviendas, la corrupción de políticos y empresarios, etcétera, al igual que muchas poblaciones africanas, me permiten plantear que la máxima prisión de los haitianos es su color de piel, impronta que nada ni nadie puede quitarles y que subyace en las decisiones de poderosas instituciones o simuladores dadivosos internacionales, que regalan o prestan cinco dólares solamente a quienes pueden posteriormente quitarles o robarles cincuenta y ese no es el caso del paupérrimo Haití. Por eso los dejan solos.

La máxima prisión de los haitianos es el color de su piel, impronta que nada ni nadie puede quitarles

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