La Comisión Nacional de Pastoral Juvenil culminó el pasado fin de semana su II Congreso Nacional, con el lema “Joven, Sal y Participa”, celebrado en la Diócesis de la Altagracia, del 12 al 14 de mayo del presente año. Se contó con la presencia de 450 participantes, dentro de ellos, sacerdotes, religiosas, jóvenes delegados, responsables todos de la Pastoral Juvenil a nivel nacional.
Durante el congreso, los participantes reflexionaron y pudieron discernir sobre la participación social y misionera de la pastoral juvenil, al igual sobre su protagonismo como discípulos misioneros. Se aproximaron a las diferentes realidades sociales del país que afectan directamente a los jóvenes para identificarlos como lugares vitales para la evangelización, y así, con los brazos, abiertos misericordiosos del padre, guiarlos a través del testimonio de vida hacia la construcción de la “Civilización del Amor”.
La actividad culminó con la celebración Eucaristía de envío presidida por Monseñor Gregorio Nicanor Rodríguez, Obispo Presidente de la Conferencia del Episcopado Dominicano, quien mencionó la frase popular: “el que no vive para servir, no sirve para vivir”, exhortando así a los jóvenes a servir, a entregarse de lleno al trabajo por las cosas de Dios. “La época privilegiada para descubrir para qué fuimos llamados es la juventud.
El joven está lleno de ideales, está lleno de deseo, que quiere abrirse a la vida, y por eso deben descubrir eso que Dios le pide ser a usted” Al concluir la Eucaristía se entregó un símbolo de envío a cada coordinador y director diocesano, y junto a ello el compromiso pactado con las acciones a realizar en vista de lo aprendido durante los tres días del congreso.
El documento conclusivo, fruto de este congreso, expresa el deseo de los líderes juveniles del país:
“El protagonismo de nuestros jóvenes en las incidencias sociales, ha de ir en pro de la transformación democrática de nuestro país. Necesitamos jóvenes capaces de ser parte activa del cambio en el ambiente donde se desarrollan, actuando proactivamente con ellos, es decir, sin atacarlos de forma negativa. República Dominicana y cada una de nuestras diócesis deben dar el voto de confianza que necesitan nuestros jóvenes para que puedan asumir ese compromiso de transformación, bajo la verdad del Cristo Buen Pastor.
Destacando que no basta crear nuevas estructuras, sino cambiar nuestro corazón. Los jóvenes no son el futuro, son más bien el presente de nuestra Iglesia y de nuestra sociedad. Necesitamos jóvenes valientes que anuncien a Jesús con sus vidas, que vivan la alegría del amor, que transformen sus ambientes desde la fe de la Iglesia y que sean sal y luz.
Jóvenes discípulos-misioneros capaces de salir y fascinar a otros jóvenes, para que sean parte del proyecto salvífico de Jesús, amigo que nunca falla. Por tanto, asumimos la invitación del papa Francisco: “hacer líos organizados, romper barreras y salir de nuestra zona de confort, para que, desde el Evangelio y nuestro testimonio de vida, cada una de nuestras diócesis y cada una de nuestros grupos juveniles puedan salir y participar activamente en la misión permanente de nuestra Iglesia Católica. Que Ntra. Sra. de la Altagracia, Protectora de nuestro país nos cubra con su santo manto y nos guíe hacia una sociedad en la cual podamos vivir la tan anhelada “Civilización del Amor”.