Patología del cólera

Patología del cólera

Si alguien lograra revivir al personaje dominicano don Siño Ambrosio y le preguntara si conoce algo acerca del cólera, probablemente éste contestaría con razón que dicha enfermedad es más vieja que el rascar. La pandemia asiática de la afección se registró entre 1846 y 1863, llegando a Florencia e Italia en 1854. Para ese año el doctor Filippo Pacini realizó la primera autopsia en donde descubrió el germen causante de la infección.

Durante la epidemia egipcia de 1883 Robert Koch, microbiólogo alemán, llevó a cabo varias necropsias de personas víctimas del mal, encontrando el mismo bacilo que Pacini había descrito con 29 años de anticipación. Gracias a estos pioneros hoy sabemos que la mortalidad por esta bacteria gramnegativa se debe a una toxina que altera la función de la mucosa del intestino delgado. El veneno bacteriano provoca una rápida e intensa pérdida de líquidos corporales a través de la luz intestinal en forma de una diarrea que se asemeja al agua de arroz.

El agente causal denominado Vibrio cholerae Pacini llega al intestino delgado por medio del agua y los alimentos contaminados con heces fecales de individuos que albergan dicho microorganismo. En términos simples, se trata de un mal propio del hacinamiento, la poca higiene, disposición inadecuada de las excretas humanas, verbigracia falta de letrinas o inodoros, drenaje de aguas negras en los ríos desde donde se obtiene el agua para tomar, lavar y cocinar. No se ven epidemias de cólera en sociedades desarrolladas, con un óptimo sistema de agua y alcantarillado en donde cada casa o apartamento recibe el preciado líquido apto para el consumo humano y en suficiente cantidad las 24 horas del día. Recuerdo que en la segunda mitad de la década de los ’90 del pasado siglo, visité la ciudad de San José de Costa Rica.

El entonces ministro de Salud Pública relataba que el jefe de Estado, José María Figueres Olsen, le ordenó priorizar los recursos necesarios para mejorar la salud de los costarricenses. El ministro pidió como apoyo primordial para una exitosa gestión sanitaria que se dotara al país de agua potable, con lo cual se reduciría notablemente la morbilidad y la mortalidad.

Ante la deplorable situación por la que atraviesa el pueblo haitiano, cuya epidemia colérica amenaza con cubrir toda la isla, debemos alertar sobre dos escenarios simultáneos en que deben moverse las acciones dominicanas. Lo más importante es la prevención mediante la integración de brigadas de promotores que vayan casa por casa y levanten un censo sobre la disponibilidad de letrinas, inodoros y agua potable de cada vivienda. Al mismo tiempo, se instruirá a las familias acerca de la necesidad del lavado de las manos después de defecar. Lo otro es la detección de los posibles casos de enfermos para ser tratados en los centros más cercanos habilitados para tratar esta explosiva diarrea.  El asunto es serio y demanda un gran espíritu de servicio y recursos materiales oportunos y suficientes. Por sus hechos los conoceréis, nos dice la Biblia.

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