Patologías sociales: la otra pandemia

Patologías sociales: la otra pandemia

José Miguel Gómez

Cada adversidad y cada circunstancia produce daños colaterales que impactan e influyen en los resultados de vida de las personas. Las crisis económicas, la recesión, la pérdida de crecimiento, la inflación, la baja del consumo, generan pérdida de empleo, falta de oportunidades, hambrunas y estrés psicosocial, debido a la incapacidad de cubrir gastos, pagar deudas, y poder controlar los imprevistos en salud, educación, recreación, etcétera.

Las desigualdades sociales, la exclusión y falta de acceso y control socioeconómico son diferente en cada ser humano, en cada familia o pareja; lamentablemente la brecha social será extensa y marcada entre unos y otros.

El miedo, la ansiedad, el estrés, la incertidumbre, la desesperanza en que se encuentran cientos de personas; luchando por sobrevivir, de no contagiarse, de la agonía por asumir los controles y manejar la adversidad para continuar una existencia que sea mínimamente oxigenante.

El distanciamiento social prolongado, el uso de mascarilla, la paranoia de ser víctima de covid-19, morir en el encierro de un ventilador y de una habitación con otras personas que esperan y sufren la agonía por sobrevivir, se ha convertido en la nueva angustia existencial.

Esas nuevas condicionantes sanitarias, psicosociales, emocionales y socioculturales están reproduciendo nuevos comportamientos y conductas sociales que, por la peligrosidad y los daños emocionales, afectivos y psicológicos quedan diagnosticados como patologías sociales producto de las nuevas realidades de la pandemia.

Esas nuevas patologías sociales son: el individualismo social, el egocentrismo y la superficialidad para entender la realidad social, la proliferación de la insensibilidad social, manifestándose como la falta de empatía y de responsabilidad para asumir las limitaciones o sufrimiento de las demás personas; así como también, la desesperanza, la violencia social, el vandalismo, agresiones, desmoralización con desesperanza, la insolidaridad y la falta de altruismo social.

Esas patologías sociales, de forma individual y social se sostienen de indicadores psicoemocionales y de estrés crónico, de donde se manifiesta la ira, el enojo crónico, la frustración, tristeza, resentimiento, odio, envidia, que influyen en el sistema de creencia, en la conducta y en los resultados de vida.

Esas actitudes emocionales negativas, son las que cambian, junto al carácter y los pensamientos, los comportamientos sociales que, junto al estrés económico, social y cultural, exponen a los seres humanos a ser más vulnerables en su salud mental.

Los servicios sanitarios, las medidas económicas, las nuevas aperturas sociales y culturales para dar respuesta a una nueva normalidad, se deben acompañar de respuestas y de políticas en salud mental comunitaria, que busquen asistir a las personas más vulnerables a los estresores psicosociales.

Los diagnósticos tempranos en salud mental: ataque de pánico, trastorno de ansiedad, depresión, abuso de drogas, intento de suicidio, insomnio, violencia intrafamiliar, etcétera, deben acompañarse de tratamientos, psicoterapia y asistencia de apoyo psicosocial.

La infelicidad, la ausencia de bienestar y de desarrollo de las personas en medio de la pandemia, y de modelos económicos tan desiguales, son los que van a triplicar los trastornos mentales y las patologías sociales.

El desafío es reproducir sociedades y familias con mejores indicadores de bienestar, con esperanza y menos estrés psicosocial. Esas asistencias sociales y estructurales deben tener impacto en la parte emocional, psicológica, afectiva y social, para una convivencia de cultura de paz, de merecimiento, de reciprocidad, de bondad y espiritualidad.

Hoy se necesita un ser humano más solidario, más altruista, más vinculante y más comprometido con las demás personas. Hay que prevenir las patologías sociales y construir un nuevo ser social, para humanizar la otra parte de la pandemia.

La pandemia ha puesto en evidencia las actitudes emocionales de las personas, de los líderes y de las sociedades. Le corresponde a cada quien cuidarse, prevenir y protegerse para no dañarse, ni dañar a otras personas.

Al final, volveremos a vernos sin mascarillas, sin distanciamiento físico; volveremos a dar constancia de los valores y la espiritualidad con la que siempre hemos existido.

La consciencia emocional, la empatía, asertividad, la inteligencia emocional y social, son las determinantes para salir resiliente y mejores personas de esta pandemia prolongada y sufrible.

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