Criticar negativamente se ha convertido en una actitud normal en nuestra sociedad. De hecho, a veces ni siquiera conversamos, preferimos criticar. En vez de aportar nuestras ideas, nos limitamos a juzgar implacablemente a los demás. El problema es que la crítica termina intoxicándonos, nos ahoga intelectualmente y provoca una enorme pobreza emocional.
¿Qué esconde realmente la crítica? En el fondo, criticamos para defender y alimentar nuestro ego. La crítica no proviene simplemente de un desacuerdo con determinados comportamientos, ideas o actitudes, sino del deseo, a menudo inconsciente, de devaluar y desprestigiar al otro, porque así potenciamos nuestro valor. Cuando criticamos, asumimos una postura de superioridad para inflar nuestro ego, aunque sea de forma artificial. La crítica siempre implica un mensaje tácito: nos creemos mejores que los demás.
La crítica no es más que una falta de confianza en nosotros mismos, es la expresión de la necesidad de reafirmar nuestro ego, aunque ello implique descalificar a los demás. De hecho, muchas de las personas excesivamente críticas, también han sido muy criticadas en su infancia, por lo que han asumido la crítica como un patrón de vida. Como su autoestima ha sido muy dañada a golpe de críticas destructivas, tienen una profunda necesidad de alimentar su ego, desprestigiando a los otros.
Lo curioso es que aunque criticamos para inflar nuestro ego, lo que mostramos realmente es una imagen lamentable de inseguridad, soberbia y rigidez mental. Conviene no olvidar que la crítica siempre implica un juicio de valor.
Cuando comenzamos a criticar, en nuestro interior vamos potenciando actitudes de agresión y desvalorización. Lo que olvidamos es que, si realmente fuéramos mejores, no estaríamos criticando sino intentando ayudar. Porque lo cierto es que con la crítica destructiva no crece nadie, ni quien critica ni quien es criticado.
Dejar de criticar se nos hace difícil ya que lo hemos hecho durante tantos años, que nos llega a parecer normal. Además, el hecho de que las personas a nuestro alrededor critiquen constantemente, tampoco nos ayuda. Es como querer dejar de fumar en un entorno de fumadores. Sin embargo, debemos dejarlo.
Nuestro mundo es como es. Si algo no te gusta, criticándolo no lo cambiarás, lo que cambia al mundo son las acciones, no las palabras. Cambiemos nuestros hábitos de comunicación. Aprendamos a la realidad, alejando juicios valorativos y condenas implacables.
Antes de criticar, pongámonos en el lugar de la otra persona. Recuerda que criticar es fácil, caminar con los zapatos de otro es más complicado. No le prestemos atención a las cosas que hacen o dejan de hacer los demás, préstale atención a lo que tú haces o dejas de hacer.
Las personas más infelices del mundo son las que critican constantemente, porque mirar dentro de sí les aterra. Dejar de criticar es un gran paso en el camino del crecimiento personal. Cuando dejas de criticar, comienzas a sentirte más tranquilo porque de repente dejas de mirar el mundo como si fueras un juez y comienzas a disfrutar realmente de las cosas bonitas que te suceden.
En vez de criticar, pregúntate qué hubieses hecho tú en una situación similar y descubrirás aspectos de ti mismo que probablemente ni siquiera sabías que existían.
Procura sentirte seguro y tolerante.