Una de las últimas modalidades que intentan imponer, por supuesto al margen de la ONU, para control y dominación, es la pretensión de poderes fácticos globales de abrogarse funciones, no concedidas, de censores y críticos de democracias y demócratas.
El tema de democracia es monopolizado por EEUU y la Unión Europea, no con fines de perfección de sus sistemas políticos, muchos de ellos con serias deficiencias, sino para pretender sentarle pautas a otros.
Washington se ve a si mismo, como en todo, como una democracia perfecta. Donde dos partidos se reparten alternativamente el poder, sin espacio para otros; lo que uno hace el otro lo deshace, igualmente alternativamente.
Acuerdo que uno firma, el otro lo desconoce y niega. La continuidad del Estado la ponen en entredicho. Es una democracia “perfecta”, pero hay presidentes electos con minoría de votos y los partidos limitan el sagrado derecho a votar de las minorías.
Muchas cosas que cambiar, pero es un problema de los Estados Unidos, de nadie más, por mucho que se critique en el mundo. Democracia, poder del pueblo; el gran eufemismo de nuestros tiempos. ¿En cual de las democracias que conocemos en estos lares no es una élite minoritaria la que ejerce el gobierno? Dominio de las minorías sobre las mayorías. Puro parloteo todo lo que se dice sobre democracia inclusiva y participativa.
China reclama que su sistema es democrático; ¿perfecto? Saben que no y se plantean su modernización y perfeccionamiento. El que no se parezca a lo que conocemos no es razón para descalificarlo. Plantean introducir cambios, o perfeccionamientos. Lo que hagan es problema de los chinos y de nadie más, o Washington está dispuesto a consensuar con el mundo lo que EEUU debe hacer.
En China saben que el creciente nivel de bienestar y confort que su sistema brinda a la población es un aval relevante para su sistema político, pero las autoridades reconocen la pertinencia de que, para consolidar esa confianza y respaldo popular en el “socialismo con características chinas” deben profundizar su propia democracia e impregnar al pueblo de que la “autoridad popular” no es una mera consigna.
Seguramente están conscientes que de ello depende su futuro. El camino debe ser propio no imitando experiencias imperfectas.
Cada cual escoja su camino.
Parecería que Occidente quisiera transferirle a China sus contradicciones sistémicas para que se enrede y no avance. Beijing pudiera recomendarles que, por el contrario, acojan lo que evidentemente les ha funcionado. ¿o no?