La cultura alimentaria es parte de la identidad de los pueblos. Cuando visité la ciudad de Nueva York por primera vez, me enteré de que los boricuas se referían a los lugares donde se asentaba la comunidad dominicana «la zona del plátano», y lo decían de manera peyorativa. En esa época también se decía que el “plátano embrutece”, era también una forma de los capitaleños de llamar brutos a los cibaeños, cuyo desayuno y cena estaban basados en plátanos; los capitaleños eran consumidores más de pan.
De hecho, cuando vine a la Capital encontraba raro que los residentes en la gran ciudad comieran pan con aguacate, porque esa fruta los cibaeños solemos acompañarla con todas las gamas de las musáceas: plátanos, guineos verdes y rulos, los más conocidos en la dieta del país.
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En 2013, el equipo dominicano que participó en el Clásico Mundial de Béisbol ganó de manera invicta el torneo. Los integrantes del equipo elevaron, junto a la bandera, un plátano en señal de que el poder para lanzar la bola, para batearla hasta sacarla del cuadro y atraparla para ganar el juego provenía de la fuerza que da el plátano. “Plátano Power” es prácticamente una marca distintiva de los dominicanos y convertimos lo “peyorativo” en un símbolo de orgullo nacional y un sello de identidad en la cultura alimentaria.
El plátano macho, para distinguirlo de la banana (porque en muchos países le llaman plátano a lo que aquí conocemos como guineo o banana), fue traído desde islas Canarias en 1516 por Fray Tomás Berlanga; se exportó por primera vez en el 1906 a través de la compañía United Fruit Company desde plantaciones en Sosúa y Puerto Plata.
El plátano se origina en el sudeste asiático, de gran cultivo en el Congo, Camerún, Ghana, y en este lado del Atlántico en Colombia y Ecuador, siendo este último el mayor exportador hacia Estados Unidos. La República Dominicana aparece con el número 9 en las exportaciones de plátano.
Según la Junta Agroempresarial Dominicana, los dominicanos consumimos siete millones de plátanos diariamente y una proporción de 250 plátanos por año, y la producción anual anda entre 2,500 a 3,000 millones de plátanos.
El plátano aporta diversas vitaminas: comenzando por la A, B12, B6 (la cual ayuda a despejar la mente), vitamina C, potasio, magnesio, manganeso, entre otros micronutrientes. Ahí está su poder, que junto al huevo, queso y salami completan un paquete alimentario que proporciona resistencia a nuestros atletas.
Este año ha sido desastroso para los consumidores que han debido enfrentar el precio más alto alcanzado por un plátano en toda su historia, hasta 50 pesos por la unidad, y escasean en el mercado. Hubo descuido y falta de apoyo para los productores, solo así se puede explicar el alto precio que, además, atenta contra la seguridad y soberanía alimentaria dispuesta en la Ley 589-16. Esta ley dice que el Estado debe garantizar el acceso a la población de alimentos culturalmente aceptables de forma permanente para lograr una adecuada nutrición.
El uso del plátano es muy versátil, un amigo pidió “tostones”, y si no me trae frito verde, en tono jocoso, pero el mozo le complació con dos formas distintas de presentación: unos bien finitos y otros parecidos a una galletita, siendo lo mismo.