Plotino: El Neoplatonismo – La filosofía del uno

Plotino: El Neoplatonismo – La filosofía del uno

Plotino nace entre 203 y 205 d. C., en Licópoli, Egipto, se trasladó a la edad de 27 años a Alejandría, donde conoció a Ammonio Sacca, padre fundador del neoplatonismo, en 242, Plotino se unió a la campaña militar del joven emperador Gordiano III (225 – 244) contra los sasánidas que habían invadido las provincias romanas al oeste del Éufrates, el interés de Plotino no era bélico, participó en esta campaña militar con la intención de estudiar en profundidad las religiones orientales. Finalizada la campaña militar, el filósofo se trasladó a Roma, y con el apoyo del emperador Gallieno, fundó una escuela muy seguida por los senadores, en los últimos años de su vida se trasladó a la Región Campania (Italia) donde, enfermo, murió en el año 270. Hasta los 49 años Plotino no escribió una sola línea, pero después su producción literaria fue numerosa. Sus libros fueron publicados póstumamente por su discípulo Porfirio de Tiro, quien los ordenó en seis Enéadas, seis textos de nueve partes cada uno. En las obras y pensamientos de Plotino no brilla nada de los dramas y dificultades del mundo real. El exponente más relevante del neoplatonismo se limita a contemplar un mundo eterno de belleza y bondad. La religión cristiana debe mucho al neoplatonismo de Plotino, este adquiere importancia histórica por haber dado forma al cristianismo medieval y luego a la teología católica. Entre los aportes de Plotino se encuentran el haber clarificado y mejor estructurado la enseñanza de Platón, sus argumentos contra el materialismo y el concepto de alma y cuerpo son muchos más claros que los de Platón o Aristóteles. La vida de Plotino está envuelta en la leyenda, lo que sabemos de él se lo debemos a su amigo y discípulo Porfirio. A la edad de veintisiete años, comenzó a estudiar filosofía en Alejandría, donde vivió hasta los 39 años.

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Plotino planeaba establecer una República platónica en la Región Campania (Italia) y construir una nueva ciudad que llamaría Platonópoli, pero el emperador inicialmente favorable cambió de opinión y prohibió el proyecto.

Plotino tenía un gran respeto por Platón, a quien normalmente designaba como “El”. Las ideas y doctrinas místicas del Fedón, del libro V de la República y las disertaciones sobre el Amor del Simposio son los temas más tratados en las Enéadas.

La metafísica de Plotino comienza con la Santísima Trinidad: el “Uno”, el Espíritu y el Alma. Una trinidad jerárquica donde primero viene el “Uno”, a veces llamado Dios, a veces el Bien, en segundo lugar, en jerarquía, el Espíritu y finalmente el Alma.

El “Uno” está presente en todo lugar. Plotino llama a la Segunda Persona de la Trinidad “Nous” (el Espíritu). El Nous es la imagen del “Uno”, la luz con la que el “Uno” se ve a sí mismo. El tercer miembro de la Trinidad es el Alma, a través de esta todos los seres vivos cobran vida, es la emanación del Intelecto Divino, esta se divide en dos, una parte se proyecta hacia el Nous y la otra hacia el exterior. La materia es creada por el Alma y no tiene realidad independiente. Aquellos que vivan rectamente verán el Alma ascender progresivamente hacia la eternidad. A medida que esta asciende hacia lo eterno, va perdiendo progresivamente la memoria de su vida temporal hasta fusionarse con el Nous. Plotino explica de forma clara e indiscutible que el alma a diferencia del cuerpo es inmortal, elemento que impregna la filosofía cristiana.

El neoplatonismo desarrolla esa tendencia de unir la filosofía griega con las doctrinas orientales, en el siglo III d. C. una especie de síntesis del pensamiento pitagórico, platónico, aristotélico y estoico, combinado con un sentimiento religioso oriental.

El “Uno”. La unidad constituye el prerrequisito necesario para que se manifieste la multiplicidad, Todas las cosas pueden existir como parte de una unidad sin la cual dejarían de existir. Todas las entidades son entidades en virtud del “Uno”. Platón ya había identificado la unidad de la idea como fundamento de la multiplicidad de la realidad: los numerosos árboles existentes están unificados por la idea de “árbol”.

Plotino va más allá, dado que las ideas contenidas en el pensamiento presuponen una distinción entre el pensador y el pensamiento, esto daría lugar a una multiplicidad y no a una “primera” unidad. Es necesario establecer una unidad que supere el pensamiento y la inteligencia. El “Uno” en sí mismo. Este “Uno” absoluto, o “Uno” primero, es Dios que se piensa a sí mismo, creador increado, causa de la realidad y del pensamiento. Para Plotino el “Uno” es absolutamente diferente de las cosas de las que se origina. El “Uno” es infinito. A diferencia de Pitágoras, el “ser” es matemáticamente limitado, para Plotino el “Uno” tiene un poder ilimitado. Puesto que es infinito, el “Uno” carece de forma. El “Uno” es “absolutamente otra cosa “respecto del mundo, por lo que se sitúa más allá de cualquier determinación, resultando impensable e indecible. En consecuencia, no podemos decir que es el “Uno”, sino solo que no es. Para Plotino, el “Uno” puede definirse como Bueno si se piensa en términos de realidad. Ya que, sin el “Uno”, la realidad no podría existir.

De “Uno” a muchos. Dado que el “Uno” es impensable e indecible. Para explicarlo Plotino recurre al uso de metáforas. Se puede decir que los “muchos” se originan en el “Uno” a través de un proceso de emanación de grados de ser cada vez menos perfectos a medida que nos alejamos del “Uno”. Con la sobreabundancia del “ser”, el “Uno” se desborda y genera el mundo, la creación está inevitablemente dada por la existencia misma del “Uno”, al proyectarse a sí mismo, el “Uno” proyecta el mundo. En esta creación no hay rastro ni de voluntad (el “Uno” no crea el mundo porque lo desea) ni de necesidad (el Uno no tiene ninguna obligación externa que le imponga la creación). La imagen que utiliza Plotino para explicar cómo ocurre la creación a partir del “Uno”, es la imagen de la radiación luminosa de una fuente de luz, otras veces describe la creación con la imagen de centros concéntricos expandiéndose a partir de una piedra arrojada al agua.

El “Uno”, como sustancia perfecta, determinará todo lo que es real, Esta determinación se produce por “emanación”, a través de un proceso expansivo que parte del “Uno” para llegar a lo múltiple, a lo real, Esta expansión se produce a través de una serie de hipóstasis. Por hipóstasis entendemos las tres realidades divinas sustanciales que forman el mundo inteligible: Uno, Intelecto y Alma. Cada hipóstasis deriva de la anterior mediante un acto de contemplación.

Después que los “muchos” se han proyectado desde el “Uno”, su objetivo es regresar al “Uno”, concluyendo el ciclo cósmico, este retorno nos permite reparar la fractura entre la unidad y la multiplicidad que se ha formado. Aunque la creación es una necesidad intrínseca del “Uno”, la caída del alma humana en la materia está manchada por dos faltas: el deseo de encarnar en la individualidad del cuerpo y cuidar excesivamente el cuerpo. A nivel metafórico, el deseo del alma de regresar a su origen está dado por la nostalgia que siente hacia su hogar natural. Plotino cree que, para volver al “Uno”, el alma del hombre debe alejarse del mundo sensible para iniciar un viaje de meditación interior.

El primer paso para volver al “Uno” consiste en la contemplación de la belleza. La belleza consiste en captar la unidad en la multiplicidad del mundo sensible. A diferencia de la concepción clásica griega y aristotélica, la belleza no reside en la simetría o armonía de las partes, sino el esplendor de lo inteligible en lo sensible. A través de la contemplación de la belleza captada en el mundo sensible, el hombre capta la belleza de lo divino. Para distinguir la belleza en el sentido clásico de la de Plotino, sería más correcto llamar esta última con el término de “sublime”. El arte consiste en el intento consciente y voluntario de imprimir en el mundo sensible la belleza captada en el mundo inteligible.

El “Amor” permite al hombre ascender gradualmente de la belleza sensible a la belleza incorpórea, imagen del “Uno”.

A través de la “Filosofía”, el hombre es capaz de captar la fuente misma de la belleza, es decir, el “Uno”. Para unirse plenamente con el “Uno”, el hombre debe abandonarse a un estado de “éxtasis”, renunciando a sí mismo para sumergirse plenamente en lo divino. Nos viene a la mente la extraordinaria escultura de Gian Lorenzo Bernini, “El Éxtasis de Santa Teresa” de 1652 de la Iglesia de Santa María de la Victoria en Roma.

Plotino vivió sus últimos días en una propiedad en la Región Campania (Italia), ubicada cerca de las antiguas Termas Vescine, propiedad de su amigo Zethos, Según el relato de Eustoquio, que estaba a su lado en el momento de su muerte, sus últimas palabras fueron, “Esfuérzate por restaurar lo Divino que está dentro de ti, y proyéctalo a lo Divino que está en el Todo”, Eustoquio relata que una serpiente se arrastró debajo de la cama donde yacía Plotino y se escapó por un agujero en la pared, en el mismo momento murió Plotino.

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