Pobre anciana…¿Indefensa?

Pobre anciana…¿Indefensa?

 Nairobi. EFE.  Una vez por semana, las abuelas de Kibera salen de sus chabolas, se desentienden de sus nietos y dejan sus puestos de venta callejera para aprender defensa personal, una herramienta que ha permitido reducir las violaciones en ésa y otras favelas de Nairobi.

Llegar a ser una “shosho” (“abuela”, en el dialecto local kikuyu) en los barrios chabolistas de la capital keniana es difícil no solo por la barrera que marca la esperanza de vida -casi infranqueable a partir de los 50 años-, sino porque son presa fácil y segura para los violadores.

Muchos piensan que al tener relaciones con ellas no contraerán el virus del sida, que se estima infecta a una de cada cinco personas (unas 200.000) en Kibera, un bosque de uralita y plástico que se ha convertido en el mayor poblado chabolista de África.

Estas mujeres, por su género y edad, están en lo más bajo del escalafón social, de modo que los grupos de jóvenes que suelen asaltarlas no temen represalias por parte de sus familias, explica a Efe la fundadora de la organización no gubernamental (ONG) estadounidense “No Means No Worldwide”, Lee Sinclair.

La superioridad física del agresor dejaba siempre indefensa a la víctima, hasta esta ONG y otras asociaciones comenzaron a impartir cursos de defensa personal en los barrios más peligrosos de Nairobi (Kibera, Mukuru, Korogocho o Njenja) y otras zonas del país (como el asentamiento costero de Lunga-Lunga).

En un año, las posibilidades de autodefensa de las cerca de 300 abuelas que han pasado por las clases han mejorado en un 85 por ciento, asegura Nickson Langat, investigador de Ujamaa, la organización que colabora con “No Means No Worldwide” en Kenia.

“Han sido capaces de parar al menos un asalto tras nuestro entrenamiento”, subraya Langat.   De hecho, en la barriada donde los instructores de Ujamaa empezaron su gesta, Korogocho, no se han registrado violaciones de mujeres mayores en los últimos tres años.

Las abuelas que, desde 2007, han acudido a una iglesia chabolista a recibir entrenamiento son hoy las mujeres más temidas por los violadores de la ciudad.   “Muchas se han entrenado año tras año y ahora son algunas de las mujeres más capacitadas de Nairobi. Estas abuelas son las únicas mujeres que conocemos que han reducido a cero las tasas de violaciones en un lugar concreto”, subraya Sinclair, cuya ONG también desarrolla programas para prevenir la violencia en EEUU y Nepal.   La principal arma con la que cuentan estas mujeres, de entre 45 y 90 años, no es su fuerza, sino el uso de su voz en múltiples registros (calmada, exaltada, manipuladora o enloquecida).   El chillido de una anciana es capaz de sofocar una agresión más del 70 por ciento de las veces, y la defensa física es siempre el último recurso, enfatiza la coordinadora de entrenadores Mercy Atieno.   “Sauti, sauti, ¡¡¡¡sauti!!!”, grita una instructora hasta quedar afónica, para hacer entender a una treintena de mujeres que ese término suajili para la palabra “voz” es lo primero que deben recordar si quieren salir airosas de un asalto.

Y solo cuando la voz falle, la abuela estudiará su mejor ataque contra uno de los cuatro puntos clave de la anatomía masculina- los ojos, la garganta, las rodillas y la entrepierna.

Las “shosho” calcularán el golpe más certero en función de su altura, y tendrán la victoria garantizada si logran “agarrar” los testículos del agresor, “nunca el pene, que hace menos daño”, advierte Atieno.   Ciegas, escuálidas o con un trasero de gran “mama” africana, todas propinan su mejor gancho a los sacos de boxeo utilizados por las instructoras, en el papel de agresoras.   Al hacerlo golpean una sociedad en la que “los hombres han sido criados para ser fuertes y dominantes sobre la mujer”, lamenta el coordinador de Ujamaa Antony Njangiru.

Él y Walter Amadi dirigen un programa para educar a jóvenes en la igualdad de género que la organización desarrolla en las escuelas, de forma paralela a los cursos para mujeres mayores.   “Las violaciones -dice Amadi- han sido un problema en Kibera, Dandora, Korogocho… Pero desde que empezamos (con los cursos de concienciación) las violaciones han disminuido. Los chicos han cambiado sus actitudes hacia las mujeres».   “Ahora son ‘gentlemen’”, se ufana Walter Amadi (jugando con los términos ingleses “gentle”, amable, en español, y “men”, hombres).

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