Más allá de la noche que me cubre
negra como el abismo insondable,
doy gracias a los dioses que pudieran existir por mi alma invicta.
En las azarosas garras de las circunstancias nunca me he lamentado ni he pestañeado.
Sometido a los golpes del destino mi cabeza está ensangrentada, pero erguida.
Más allá de este lugar de cólera y lágrimas donde yace el Horror de la Sombra,
la amenaza de los años me encuentra, y me encontrará, sin miedo.
No importa cuán estrecho sea el portal,
cuán cargada de castigos la sentencia, soy el amo de mi destino: soy el capitán de mi alma. Willian Ernest Henley (Invictus)
Este poema, escrito por Ernest Henley en 1875, se constituyó en el sostén moral de Nelson Mandela mientras permanecía por más de tres décadas en la cárcel. Su delito era haber nacido negro y luchar para lograr la igualdad de los derechos con los blancos. Su paciencia, su arrojo, lo hizo convertirse en un líder de todos los sudafricanos. De la cárcel pasó a la Presidencia del país que lo había condenado. Durante su gestión fue capaz de perdonar, estrechar las manos de sus opresores para invitarlos a unirse en la construcción de un mejor futuro en una nación dividida y herida por décadas.
Después de años de lucha por la igualdad entre negros y blancos durante más de un siglo en los Estados Unidos, el flamante Presidente, que se supone sea de todos los estadounidenses y cuyo nombre no quiero, no puedo ni siquiera mencionar o escribir, apoyó al grupúsculo de norteamericanos que reivindica la superioridad blanca, sobre las demás razas. Por suerte en esa gran nación existen grupos que no aceptan esta visión atrasada y se han manifestado en contra del racismo y de la intolerancia. En muchas ciudades estadounidenses se han organizado protestas importantes en contra de esa cruel idea. Como escribió Barack Obama en su cuenta de Twitter “Nadie nace odiando a otra persona por el color de su piel o por su origen o su religión…
Estoy estupefacta. En pleno siglo XXI se ha retomado el discurso nazista de las terribles primeras décadas del siglo XX. No caben dudas que el odio racial se incrementa en el mundo, incluyendo nuestro país. El discurso del muro fronterizo entre México y los Estados Unidos, que dice el Mandatario que no puedo nombrar, que pagarán los mexicanos, ha sido retomado por un grupúsculo político en el país que aboga por lo mismo. ¡Oh Dios mío hasta cuándo tenemos que soportar tanto! ¡Oh Dios te pido, te imploro, que la sangre derramada por aquellos que lucharon por la igualdad de derechos no haya sido en vano!
Hace unos días la amada Ramblas, un lugar emblemático, hermoso, pintoresco y símbolo de Barcelona fue violada. Unos terroristas acogiéndose al discurso errático, extremista de ISIS, tomaron una furgoneta y sin importar que hubiese niños, se dispusieron a atropellar lo que estuviese a su paso. El saldo es de más de una docena de muertos y cientos de heridos, algunos muy graves. Ante este paso, el pueblo español, el mundo entero gritó: “No tenemos miedo”. Hoy las Ramblas en vez de sangre están llenas de flores, el terror motivó para que la población y los turistas del mundo hicieran vigilias permanentes para demostrar que no los atemorizan.
La tranquila Europa, símbolo de la cultura occidental, se ha convertido en el principal foco del ISIS. Primero fue París que vivió uno de los más grandes infiernos. Luego han seguido otras ciudades europeas. Según registra el importante periódico español El País entre 2016 y 2017 se han producido 8 ataques: España, Francia, Alemania, Reino Unido y Suecia han sufrido ataques terroristas contra peatones desde el verano 2016. “Además de Barcelona, Niza, Estocolmo, Berlín, París y Londres (en tres ocasiones) han sufrido en el último año atentados terroristas en los que el conductor de un vehículo arrolló a los viandantes”.
Por ejemplo, en Estocolmo un camión atropelló a una multitud, en la que resultaron muertas 4 personas. En Londres se produjo un ataque junto al Parlamento británico. El terrorista en cuestión sembró el pánico en las inmediaciones del simbólico edificio en marzo de este año, “cuando atropelló con un todoterreno a numerosos transeúntes en el puente de Westminster.” Uno de los casos más terribles fue el de Niza en el que murieron arrolladas 85 personas. El método ha cambiado. Los terroristas utilizan ahora herramientas comunes: vehículos, que pueden ser adquiridos fácilmente por la misma lógica del libre comercio en el mundo del capitalismo.
Ante esta escalada de la violencia física, de la violencia verbal y de la intolerancia hacia los seres humanos que libremente han hecho sus elecciones de vida que no son aceptadas por algunas religiones o por grupos sociales, uno se pregunta ¿Qué está pasando con esta humanidad? ¿Hacia dónde podemos llegar? ¿Hasta dónde quieren ellos llegar? ¿Nos quedaremos vencidos? ¿Nos llenaremos de miedo? ¿O lucharemos con todas nuestras fuerzas para enfrentar la violencia, el terrorismo y la intolerancia?
Como bien dice el poema, debemos ser los amos de nuestros destinos. No puedo creer que pueda existir un Ser Supremo que incite a la violencia. No puedo pensar que puedan existir creencias religiosas que inviten, y no les duela, a matar inocentes. Como tampoco puedo creer en la guerra que quiere desarrollar el Presidente innombrable; es decir volver a la lógica guerrerista a fin de demostrar ¡nueva vez! la supremacía armamentista de los Estados Unidos. El adversario, que no es sano ni de fiar tampoco, que está situado en una de las dos Corea solo está esperando una provocación de parte de los que defienden la superioridad blanca.
¡Dios nos agarre confesados! Yo me resisto a creer que no existen otros caminos para que esta humanidad pueda transitar sin tantos atropellos.
A pesar de que en estos días he defendido el derecho a la tristeza, estos acontecimientos me provocan lágrimas de rabia y dolor porque esta humanidad está siendo guiada por insensatos, ególatras y radicaloides intransigentes que no resisten, no quieren reconocer que existe el derecho a la disidencia.
Oremos, luchemos, alcemos nuestra voz para defender la igualdad de derechos, el respeto a la diversidad del color de la piel, y sobre todo a defender que todos, los blancos, los amarillos, los rojos, los negros, los mulatos, TODOS, ABSOLUTAMENTE TODOS SOMOS SERES HUMANOS HIJOS DE DIOS.