Político: ciego, sordo y mudo

Político: ciego, sordo y mudo

Sergio Sarita Valdez

Para los muchos jóvenes de este milenio amantes del anecdotario criollo les cuento que hubo un jefe de Estado dominicano que gobernó durante varios períodos en la segunda mitad del siglo XX. Por instrucciones médicas realizaba caminatas vespertinas a fin de mejorar la circulación.

De modo paulatino había ido perdiendo la visión a causa de una hipertensión ocular conocida en la jerga galénica como glaucoma.

Algunos medios de comunicación acostumbraban a enviar a sus reporteros con preguntas muy puntuales sobre tópicos de interés del acontecer nacional con la esperanza de que el mandatario respondería a sus interrogantes.

El Presidente había siempre repetido aquel viejo refrán que dice: “Uno es esclavo de lo que dice y amo de lo que calla”. En esa tesitura fue que ante el asedio de varios periodistas les respondió: “Yo estoy ciego, sordo y mudo”.

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Esa expresión se popularizó a través de toda la geografía nacional y más allá de mares y océanos. Tan indiferente a los cuestionamientos se tornó dicho estadista que su contraparte opositora lo tildó de “medalaganario”. Nuestro recio intelectual solía refugiarse en el templo de los dioses de la Grecia antigua, al tiempo que ducho en la gramática española, se tornaba emotivo y sublimado en sus discursos.

Fue austero y no se sonrojó cuando rodeado por trescientos millonarios expresó sin temor alguno que la corrupción en su Gobierno sólo se detenía ante la puerta de su despacho. Logró sortear exitosamente los peores momentos críticos que un estadista se ve compelido a enfrentar. El magisterio, la política y el arte literario resumen su paso por el mundo de los mortales.

Sus últimos días los agotó en el seno de su hogar, rodeado de familiares y de sus más íntimos y fieles seguidores.

En mis cotidianas intervenciones docentes y en la práctica de la patología forense he sido siempre enfático al decir que un genuino patólogo forense, en el ejercicio de su especialidad, es la antítesis del profesional de la política, tal y como se entiende en la República Dominicana.

Veamos: el experto médico escucha y anota todas las versiones alrededor de una muerte tanto de familiares, fuentes policiales y judiciales, así como públicas en general, ello con la finalidad de verificar la certeza o falsedad de tales interpretaciones.

El patólogo deberá hacer una autopsia completa, es decir, examinará cada órgano y regiones anatómicas en el cadáver para no pasar por alto alteraciones corporales que podamos relacionar con las circunstancias y o agentes causales del fallecimiento de la víctima. Tendrá que realizar estudios microscópicos y toxicológicos de lugar para no pasar por alto factores contribuyentes al deceso como pueden ser medicamentos, alcohol y drogas ilícitas.

Al finalizar su investigación el perito médico forense deberá elaborar un informe completo en el que se establezca de modo claro y preciso la identidad de la persona fallecida, el momento en que se produjo la muerte, la causa de la defunción, así como la manera jurídica y circunstancias en que acontecieron los hechos.

Como vemos lo que para un veterano político es una salida audaz e ingeniosa eso de hacerse ciego, sordo y mudo, en el caso del científico forense semejante tipo de actitud sería contraproducente y descalificadora.