Si alguien compra es porque hay otro que vende, no importa de qué producto se trate. Pero si ese producto o mercancía se agotó, ya no está en el mercado o simplemente dejaron de fabricarlo, no importa el dinero que usted tenga para adquirirlo; no podrá tenerlo, por lo que debe buscar un sucedáneo, un producto con características y precio similares o utilizar el dinero en otra cosa.
Con la política y los políticos es igual; los hay dispuestos a venderse a cambio de un cargo en el gobierno, dinero en efectivo o ambas penas a la vez, en tanto otros están dispuestos a pagar el precio que pidan siempre y cuando resulte conveniente a los intereses político-partidarios del comprador.
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Pero ese libre juego de la oferta y la demanda de “lealtades de gelatina”, como las llamó el Secretario General del PLD Charlie Mariotti, no es un invento del PRM, al que ahora se acusa de comprar dirigentes de la oposición. Y eso lo sabe perfectamente un político que como el doctor Leonel Fernández ha sido tres veces Presidente de la República, pero como en esos tiempos el PLD era el que compraba y no el que vendía nunca lo escuchamos criticar una práctica tan dañina para la democracia.
Si entonces era una acción reprochable también lo es ahora, aunque compradores y vendedores hayan intercambiado papeles con el cambio de gobierno; y no hay dudas, como señala el líder de la Fuerza del Pueblo, quien tiene razones de sobra para respirar por la herida con las recientes renuncias en la Fuerza del Pueblo, de que estamos ante una práctica que degrada la política.
Pero la culpa de esa degradación no es tan solo de los que están comprando, en este caso el gobierno, al que Fernández acusa de utilizar los fondos públicos para sonsacar opositores, sino también de los que se están vendiendo al mejor postor. Que por lo que hemos visto en estos últimos días parecen estar en “oferta especial”, lo que siempre atrae a los que prefieren esperar los baratillos para salir de compras.