Mucho tardaron los políticos del patio, sobre todo los de oposición, en meter la cuchara en el conflicto que enfrenta a la Barrick Gold y comunitarios de la provincia Sánchez Ramírez, que exigen precios justos por sus sembrados y viviendas, que tendrán que abandonar para dar paso a la construcción de una presa de cola, pues la intervención fuera de proporción de policías y militares que la minera utilizó de tropa de choque, que provocó heridas de perdigones a dos sacerdotes, les ha servido en bandeja de plata la oportunidad de criticar el grosero e innecesario atropello, del que ya se quejó en un comunicado la Conferencia del Episcopado Dominicano.

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Ayer el dirigente peledeísta Charlie Mariotti criticó “el uso de la fuerza bruta” contra los comunitarios y los religiosos que los acompañan, violencia de la que dijo son también víctimas muchos ciudadanos en nuestras calles y barrios, lo que calificó de inaceptable. Pero más allá de las escuetas declaraciones de Mariotti, exsecretario general del PLD, nuestros políticos han sido muy tímidos al referirse al tema no obstante la gravedad de los hechos que motivaron el contundente comunicado de los obispos, talvez porque no quieren indisponerse con la minera o que los tilden de enemigos de la inversión extrenjara; y mucho menos pelearse con la poderosa Iglesia Católica, que volvió a demostrar porqué es la institución mas respetada de este país.

Y es que la triste suerte de esos comunitarios, alrededor de 850 familias, solo parece importarle a los curas, pues todo indica que para la mayoría de nuestros políticos sus votos no tienen ningún valor, al menos por ahora. El drama terrible y doloroso por el que atraviesan esas familias, que tendrán que abandonarlo todo sin saber a dónde irán ni de qué vivirán, no los ha conmovido ni ha motivado su solidaridad, así sea fingida y oportunista; pero lo mismo puede decirse del resto de la sociedad dominicana, cada quien ocupado en sus propios y egoístas afanes.