En la edad media la verdad era propiedad absoluta de la iglesia y emanaba directamente de Dios. con ella la monarquía ejercía el poder por gracia divina, lo cual hacía de ese poder un absoluto; indiscutible y normalizador de la vida. Fungía pues la iglesia como portadora de la verdad y el rey portador de la herencia del poder divino, así iglesia y monarquía se situaban en la centralidad de las relaciones sociales.
René Descartes con su discurso del método (1637) cuestiona a Dios y al sentido común; cuando duda, es esa duda de Descartes y su histórica sentencia Cogito ergo sum (pienso luego soy), que coloca al sujeto y al pensamiento en la centralidad y con esta nueva centralidad tambalea la verdad divina y la iglesia como portadora de esta. Luego de la revolución francesa de 1789 y con la evolución de las ciencias y las tecnologías, la popularización de la imprenta y su desarrollo vemos como se desplaza al sujeto y se coloca en la centralidad al conocimiento y las ciencias, así la verdad una vez más se mueve de eje y con ella el sentido común.
Históricamente la verdad ha residido en un espacio determinado. Espacio de construcción y ejercicio de poder, al que el ser está eyectado y por tanto en constante relación. en cuanto el ser esta en relación con esa esfera de poder que sostiene o es sostenida por la verdad, esta última le normaliza y le establece conceptos, verdades y normas como si fuesen naturales e irrefutables, este conjunto de normas, verdades y conceptos es lo que en resumen conocemos como sentido común y que asumimos como algo inamovible, algo dado, sin cuestionamientos.
Esta construcción de verdad y sentido común siempre opera y se sitúa desde los absolutos. Se expresa en la naturalización y se ejerce como poder desde la cultura, la educación, la religión y demás formas de sujeción de ser. desde esas esferas de construcción y ejercicio de poder se establece el sentido común y desde este somos pensados, siempre al amparo de la verdad que será la que se acomode a los intereses de la clase dominante, en esa dimensión de poder se presenta como natural, la clase dominante generaliza entonces sus valores como los valores sociales, morales y ético que han de regir la vida social.
Así como históricamente hemos visto que la clase dominante no es estática tampoco lo es la verdad ni el sentido totalizador que viene dado con ella. Cada estadio social ha erigido su verdad como absoluta y ha construido sus instrumentos de dominación y sumisión a través de ellos.
Martín Heidegger (1889- 1976) filósofo alemán, uno de los llamados existencialistas, desarrolló una teoría que se pelea con la sujeción del ser, Heidegger habla de la existencia inauténtica, que es aquella que acepta todas las respuestas preestablecidas por esas esferas de poder que antes mencionamos, la educación, la cultura, la moral, las costumbres, la religión. Ese ser inauténtico que es pensado por fuera de él, ese sujeto sujetado al sentido común establecido, obediente a las verdades absoluta, incapaz de cuestionar y subvertir.
¿Dónde reside la verdad hoy? ¿Desde dónde se ejerce el sentido común en la posverdad?
En la era de la globalización y digitalización de la información y los saberes, pudiéramos buscar el centro gravitacional del sentido común normalizador en el poder comunicacional, creado y administrado por las oligarquías que gobiernan nuestras sociedades hoy más efectivamente desde los medios de comunicación que desde los parlamentos, los palacios de gobiernos y los congresos.
Es hoy ese poder comunicacional que presenta la naturalización de un sentido que se piensa inmodificable, un sentido que limita el pensamiento y cuya base es un orden de clases y dominación que construye los dispositivos de pensamientos por los cuales la gente accede a la realidad e interactúa con esta desde esos mismos dispositivos y sobre la base de valores como la xenofobia, el consumismo, el individualismo, la homofobia, conceptos que se nos presentan como normales, naturales y propios.
Situarse por fuera del sentido común hoy. significa colocar la mirada en la periferia de la verdad y de todo lo que se nos presenta como norma, así como colocarnos por fuera de los valores que se promueven desde el poder comunicacional que funge como columna vertebral de la dominación capitalista. Casi todo cuanto respetamos, obedecemos y en ocasiones admiramos forma parte del entramado que garantiza que quienes gobiernan sigan gobernando, que unos pocos por su sexo, su color, su orientación sexual, su apellido o su abolengo sigan gozando de privilegios que nada tienen que ver con sus méritos o su trabajo, situarse por fuera del sentido común es revelarse contra lo establecido, subvertir el sistema y luchar por la libertad del ser y la libertad de ser sin ser pensados.