La basura, que mal manejada constituye una amenaza para la vida, podría ser una fuente de vida al proveer abono orgánico para producir alimentos
Para la República Dominicana es más perentorio que para muchos otros países la ejecución del proyecto del Banco Interamericano de Desarrollo (BID), en colaboración con la Agencia de Cooperación Internacional de Japón (JICA) y la Oficina de Cooperación Internacional (AECID), para gestionar el Programa de Gestión Integral y Sostenible de Residuos Sólidos en el Gran Santo Domingo, con una inversión total de US$110 millones.
Es así por tres razones: República Dominicana es el cuarto país de América Latina y el Caribe que más daño hace al medio ambiente con la generación de basura (cada habitante produce 650 kilogramos de residuos sólidos al año, lo que significa que República Dominicana está generando más de 7 millones de toneladas de residuos sólidos, con 240 vertederos a cielo abierto); solo el 3% de los residuos sólidos entra en la economía circular (en la región es en promedio el 15% y en el resto mundo supera el 65%, y el 50% de la basura que se genera en el país es orgánica, lo cual aumenta la generación de gases de efecto invernadero por mal manejo, provocando serios riesgos para la salud.
Esta situación tiene sus antececentes: inobservancia parcial de la Ley núm. 3455, de 1952, sobre la Organización y Administración de los Municipios (ya derogada), malas prácticas de la mayoría de los ayuntamientos y el control muy centralizado que ejerció el Gobierno Nacional hasta finales de la década de 1990, en la mayoría de los municipios y en el Gran Santo Domingo (hasta 2002 era la capital de la República, Santo Domingo de Guzmán o Distrito Nacional), y la gestión de la basura la asumía, total o parcialmente, el Poder Ejecutivo.
Si no se logra cambiar la situación, con inversiones para gestionar la basura y con la creación de conciencia de las personas hacia el medio ambiente, los desechos sólidos no tratados podrían provocar inundaciones, enfermedades, calentamiento global, cambios climáticos y mares y océanos contaminados, entre muchas otras consecuencias que arruinarían a nuestro país y el planeta.
A una mejor gestión podría contribuir que en el año 2000 se promulgó la Ley General 64-00, sobre Medio Ambiente y Recursos Naturales, y varios años después, fue promulgada la Ley 176-07, del Distrito Nacional y los Municipios. Esta última estableció varias competencias relacionadas con la gestión de los residuos sólidos
El proyecto del BID podría ser el primer gran paso para la ejecución de una verdadera agenda de desarrollo sostenible en base la gestión adecuada de residuos sólidos.
Si la basura es gestionada recurriendo a la magia del reciclaje, los beneficios ambientales, sociales y económicos que generaría son cuantiosos e incluyen la reducción de gases de efecto invernadero, el ahorro de materias primas, el mejoramiento de la matriz energética de los países, la creación de empleo y el incremento de la inversión.
En particular, el hecho de que un porcentaje de la basura que se genera en el país es orgánica, ofrece la oportunidad de desarrollar una poderosa industria de abono orgánico, pues en los últimos años han sido desarrolladas técnicas para el aprovechamiento de los residuos, como la del compostaje, cuyo producto final se usa como abono orgánico para mejorar suelos agrícolas.
Ha sido demostrado que las compostas maduras provenientes de residuos orgánicos son más estables, al pasar por menos procesos de descomposición, y son de mejor calidad que los fertilizantes inorgánicos convencionales.
De manera que la basura, que mal manejada constituye una amenaza para la vida, podría constituirse en una fuente de vida, al proveer abono orgánico para la producción de alimentos que hagan de nuestra comida una medicina.