La deslumbrante belleza de los arrecifes de coral sumergidos en un mar azulino es para muchos algo así como el paraíso. Sin embargo, este idílico paisaje esconde un lado oscuro, escribe la comentarista Mary Colwell.
Los arrecifes de coral son «lugares hermosos», dice Ken Johnson, investigador especializado en corales del Museo de Historia Natural en Londres.
Tienen estructuras tridimensionales complejas y una gran diversidad de seres vivos que reflejan color y movimiento, explica el científico.
Los arrecifes suelen rodear a islas de coral de arenas blancas y oleaje suave.
El escocés R. M. Ballantyne capturó este idilio en su novela «La isla de Coral», del siglo XIX, que cuenta la historia de tres jóvenes que navegan por el océano Pacífico».
Por fin llegamos a las islas de Coral del Pacífico, nunca olvidaré la alegría con la que miré -cuando pasamos por una- sus costas blancas, puras, extraordinarias y sus palmeras verdes que se veían brillantes y hermosas bajo el sol».
Otros escritores, como James Montgomery, notaron la industriosa vida de un arrecife en el que millones de plantas y animales trabajan sin cesar para crear un ambiente armonioso, en el cual podría moldearse la civilización humana.
Cada pequeño pólipo del coral y todos los organismos que lo habitan están involucrados.
«El paraíso se desarrolla gradualmente a partir del trabajo duro», dice Ralph Pite, profesor de literatura inglesa de la Universidad de Bristol.
«Así como la exitosa sociedad británica y el gran imperio se desarrollaron a partir del trabajo duro de los obreros en sus fábricas y sus hogares».
Enemigo silencioso
Sin embargo, la ciencia nos obliga a poner a prueba esta imagen de paraíso que parece no ser tal.
Un arrecife de coral también puede ser entendido como un muro de bocas. Cada pequeño pólipo es un depredador que puede proyectar su estómago hacia sus vecinos -si se acercan demasiado- y devorarlos allí mismo.