El objetivo de la economía conductual no es más que observar cómo el ser humano opera, intrínsecamente, para identificar los sesgos e influencias que recibimos y así tomar decisiones fundamentadas. Como expusimos, en entregas anteriores, acerca del cerebro y su impacto en la rama económica, debemos explorar todas las partes de las informaciones que se nos presentan: reconocer los mensajes explícitos e implícitos que nos hacen tomar decisiones que, aparentan ser racionales, cuando, en realidad, son completamente irracionales.
Quizás no exista algo como un ser humano completamente integrado. Es posible que seamos solo una aglomeración de múltiples ideas que influyen todas nuestras decisiones. Esta es la tesis que plantea Dan Ariely en su obra “Predeciblemente Irracional”. Con varios ejemplos, nos da ideas de cómo tomamos decisiones de las cuales creemos ser dueños cuando, en realidad, son respuestas a estímulos disimulados. Uno de estos es la aversión a la pérdida (discutida, inicialmente, por Daniel Kahneman y Amos Tversky) que describe la tendencia humana a preferir evitar pérdidas a la adquisición de ganancias. Preferimos recibir cien pesos hoy a recibir doscientos en un mes con un 80% de probabilidades.
Ciertamente, cuando hay dinero de por medio, es probable que sucumbamos a la irracionalidad. Por ejemplo, al momento de ensamblar un presupuesto para un curso de “cómo comer sopa” estamos dispuestos a aumentar la factura miles de pesos, pero cuando vamos al supermercado a comprar una lata de sopa, elegimos la más barata; diferencias de pocos pesos nos hacen pensar que estamos eligiendo el producto correcto. Asimismo ocurre cuando consideramos adquirir un vehículo. Generalmente, incluimos todo en una sola inversión, un monto grande. Al tomar decisiones así, ignoramos que quizás esos tres mil dólares adicionales por un “lujo” pudieran ser ahorrados o invertidos o destinado a otros consumos más beneficiosos.
La lección más grande que expresa la literatura es que somos meramente peones en un juego cuya fuerza estamos lejos de comprender. Normalmente, pensamos que somos nosotros los pilotos de nuestras decisiones, cuando esto tiende a estar tintado por percepciones propias y fallamos en reflejar la realidad del contexto. Hay muchas potencias inapreciables que conducen nuestro comportamiento y aunque estas ejercen gran poder sobre nuestra conducta, tendemos a subestimar o ignorar las preponderancias. Las mismas tienen un efecto sobre nosotros, no porque nos falta el conocimiento, ni por la falta de práctica o ser débiles en juegos de la mente. Por el contrario, afectan repetidamente a los expertos, así como a novatos en formas sistemáticas y predecibles. Los errores resultantes son simplemente la forma en que avanzamos en nuestras vidas, como “hacemos negocios.” Ellos son una parte de nosotros.
Nuestros contextos, a la hora de toma de decisión, se filtran hasta nosotros por cortesía de nuestros ojos, oídos, olfato y el tacto, y el patrono de todo, nuestro cerebro. En el momento en que comprendemos y logramos digerir la información, no es, necesariamente, un reflejo fiel de la realidad. En esencia estamos limitados a las herramientas que la naturaleza nos ha dado, y la manera natural en que tomamos decisiones está limitada por la calidad y la exactitud de estas herramientas.
Aunque la irracionalidad es una posición común, no significa, necesariamente, que estamos indefensos. Cada vez más necesitamos personas capaces de tomar decisiones extremadamente difíciles en una sociedad sumergida en innumerables novedades que demandan habilidades, astucia y lógica. Una vez que entendamos cuándo y dónde podemos tomar decisiones erróneas, trataremos de ser más vigilantes y de obligarnos a pensar diferente acerca de estas disposiciones o utilizar la tecnología para superar nuestros defectos inherentes.
Durante siete años, el mundo se ha visto sacudido por una gran crisis económica. Los más grandes macroeconomistas están convencidos que las herramientas existentes hasta el 2008 probaron ser insuficientes para el manejo de la crisis. Evidentemente, pronto habrá grandes cambios en la teoría de macroeconomía, y uno de ellos, será la inclusión de la economía conductual en el proceso de producción y ejecución. En próximas entregas hablaremos en detalle sobre las nuevas propuestas.
Investigador Asociado:
-Rodolfo Namnum.