Alma mía… cómo pesan en tus alas las ausencias,
cada día van sumando soledades indefensas;
lejanías, avaricias, ansiedades y desvelos
y una umbría sensación de irrealidad y desconsuelo.
Alma mía… siempre en guardia vigilando mis entornos,
día a día, mitigando los abusos y sobornos.
Candilejas que me acosan sin clemencia con su brillo
y que dejan una extraña sensación en mis sentidos.
Alma mía… qué daría por volver a verte libre…
sin estrías, dolorosas de misiones imposibles.
Como antes… por delante de mis sueños y quimeras…
Anhelante… de entregarte como fuera y donde fuera.
Alma mía… cualquier día te irás yendo despacito;
ya no mía… tu energía liberada al infinito…
con tus velas… portadoras de la luz a todas horas…
sin estelas… que te duelan, como duelen las de ahora.
Alberto Cortez
Escribo estas palabras el día de Reyes, el día de la Epifanía del Señor. Un momento que marca el fin de las festividades navideñas. Una fiesta que es hermosa en algunos lugares, como en España, donde se preparan deliciosos platos. Nosotros, aquí, en mi pequeño universo familiar, decidimos permanecer tranquilos, preparándonos para el inicio de las labores cotidianas. Una rutina difícil de emprender después de tantos días festivos.
Durante el asueto de fin de año, tuve tiempo para pensar. Miraba el firmamento y de repente me surgieron muchas preguntas. Me molesté cuando esos cuestionamientos asaltaron mi tranquilidad buscada.
¿Por qué mi alma no me deja en paz? ¿por qué me tocó un alma tan inquieta que aún en los momentos de vagancia obligatoria se hace presente para inquietarme? ¿Por qué se obstina en atormentar mi vida tranquila? ¿por qué no me deja ser como los otros, seres que se conforman con su pequeño universo existencial y hacen oídos sordos al resto de la humanidad? ¿por qué no puedo ser sencillamente una mujer de mediana edad, como el resto de mis amigas, que vive en la tranquilidad de sus cosechas existenciales? ¿por qué no vivir siguiendo la corriente, despreocupadamente y solo ocupándome de los asuntos personales? ¿por qué mi alma no se conforma? No. Tenía que tocarme un alma conflictiva y profundamente sensible.
Alma mía, que estás en mis entrañas, a veces quiero que desaparezcas, que me abandones, que me dejes como una cosecha de huesos y músculos, para tener una existencia plácida, sin preocupaciones existenciales; sin que me afecten los problemas del mundo. Ser sencillamente una mujer madura que vive las bondades de su otoño existencial, que desea disfrutar de sus nietos, que quiere seguir escribiendo sobre lo que piensa y siente, aislada del mundo.
Añoro profundamente pasar por las calles sin tener que presenciar a los niños de la calle que deambulan sin rumbo fijo, buscando una limosna que les permita conseguir el sustento del día. Quisiera que mi alma no se inmiscuyera cuando veo el espectáculo dolorosamente vergonzoso de aquellos que exhiben sus miserias a cambio de una moneda; o la mujer que baila al son de una música inexistente y con sus movimientos provocativos y vulgares pretende granjearse la simpatía de los conductores que se detienen en esa esquina. Pretendo no ver, y mi alma me obliga, a la señora que tiene su puesto en la avenida Winston Churchill y con sus ojos perdidos levanta su mano solicitando un poco de ayuda.
Quisiera no tener que preocuparme sobre la política internacional y la inminencia de una guerra en Medio Oriente o, en su defecto, con una retaliación de los grupos terroristas. Creo que Trump, como era de esperarse, no imaginó las terribles consecuencias ni de su acción ni mucho menos de sus palabras. ¿Lo ha hecho de una vez? Los jefes de estado de las potencias europeas han expresado su preocupación ante la inminencia de una escalada de violencia.
Deseo con fuerzas pedirle a mi alma que me haga insensible ante la realidad de Venezuela, un país rico, sumido en una crisis tan profunda, que se necesitarán varias generaciones para que recupere su antiguo esplendor.
Me duele ver que Australia arde desde noviembre. El fuego abrasador está destruyendo vidas y propiedades. Las autoridades no han podido detenerlo, a pesar del esfuerzo que han realizado durante estos meses. Las llamas siguen tan intensas como en sus inicios. Mientras, el pueblo australiano está perdiendo las esperanzas, el mundo asiste como testigo a una realidad que algunos, como el presidente de los Estados Unidos, se niegan a aceptarla: el cambio climático existe y nos destruye. La naturaleza se está vengando del maltrato sistemático a que la sometimos.
Alma mía que estás en mis entrañas apiádate de esta mujer que está inconforme con el sufrimiento sistemático al que la sometes. No puedo continuar con esta vorágine cotidiana. Te pido y te imploro, querida alma que vives en mí, que no me doblegues mostrándome las cosas que me hacen sufrir.
Alma querida, compañera de vida, fortuna e infortunio, apiádate de mí para no sufrir. Solo deseo un poco de paz y tranquilidad. Estos días que están por venir serán la prueba de fuego para esta alma que me acosa hasta la exasperación. Al final sé que no es ella la culpable, es este mundo absurdo que está de cabezas que me atormenta.