Después de aumentar, por consenso, los tipos en 50% en julio, el Banco Central Europeo (BCE) volverá a reunirse el 8 de septiembre para tomar una nueva decisión sobre los tipos de interés.
Las últimas referencias macro conocidas en la zona euro elevan la presión sobre Christina Lagarde y el resto de miembros del eurobanco.
Tampoco el euro da una tregua: la divisa comunitaria ha pasado en los últimos a valer menos que el dólar estadounidense (con el consiguiente impacto en la economía). De hecho, ya en la cita de julio los banqueros del BCE mostraron su preocupación por la depreciación del euro ante las «mayores presiones inflacionistas» que provocará, según las actas.
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La alemana Isabel Schnabel ya ha abierto la puerta a otro incremento del 0,5%. El banco central no ofreció el mes pasado ningún ‘anticipo’, todo lo contrario: aseguró que las subidas futuras se decidirán en cada reunión.
Las actas no identifican a los defensores de cada postura, pero los miembros del consejo habían ido fijando en las semanas anteriores su posición de forma más o menos pública. Y mientras el Norte, encabezado por el Bundesbank, pedía subidas enérgicas, el Sur aceptaba encarecer el precio del dinero, pero con prudencia.
Los halcones acabaron imponiéndose y votando la propuesta del economista jefe y miembro del Consejo de Gobierno, Philip Lane, considerado uno de los defensores de una política monetaria más laxa.
El irlandés propuso la subida del 0,5% al considerar que era el paso más apropiado para ir hacia una “normalización” de la política monetaria valiéndose también de la puesta en funcionamiento del nuevo instrumento para evitar la aparición de crisis de deuda en los países de la periferia, que a comienzos de verano vieron cómo se incrementaba la rentabilidad de sus bonos.