Las intensas lluvias del fin de semana, unidas a notables acumulaciones de basura mantienen dispersas por una parte importante del territorio nacional condiciones favorables a las enfermedades infecciosas. Los procesos de saneamiento por vía municipal o gubernamental no han estado a la altura de la multiplicación de sitios inundados con persistencia, tras el clímax del azote meteorológico, del aislamiento de comunidades (que pasaron de 60 en un momento dado) y numerosos cursos de agua que rebosan todavía y hacen crecer embalses.
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La capacidad de eliminar focos de insalubridad por abundantes desperdicios y humedad que se reconoce a entidades que deben proteger la salud colectiva, estaba desafiada desde antes de la drasticidad de los aguaceros. Ahora, cuando sigue pendiente poner mayor control a la proliferación del dengue, los brotes diarreicos dicen presente en varias zonas y los gérmenes de malaria y leptospirosis acechan más que antes desde la abundancia de los caldos de cultivos.
Adicionalmente, resulta imprecisa todavía la magnitud de transmisión que realmente alcanza el cólera en ámbitos de la provincia de Barahona con indicios de que tras el etiquetado menos alarmante de «quebrantos intestinales» preferido por autoridades sanitarias podría estar en al menos una parte de pacientes al borde de la gravedad, el bacilo Vibrio cholerae, al que en algunos lugares del mundo, incluyendo Haití, se atribuyen preocupantes mortandades.