El envío a la Justicia de altos exfuncionarios públicos bajo gruesas incriminaciones de supuesta corrupción ha puesto en pie de lucha con encendidos pronunciamientos y protestas callejeras al específico partido que regía al Estado en el cuatrienio anterior; para atribuir parcialidad y falsa independencia al Ministerio Público con discursos de un inapropiado tono partidario; lejos del que corresponde cuando el objetivo es restar fundamento a acusaciones, atribuir violaciones al debido proceso y considerar superficiales y carentes de peso los argumentos y contenidos de expedientes que han salido a la luz pública para edificar a una ciudadanía que merece saberlo todo, gracias a la libertad de prensa, aunque alguna regla diga lo contrario. A ellos les toca demostrar con concreción y verosimilitud que la parte acusadora es inepta y que está vilmente sometida a instrucciones dictadas desde el Palacio Nacional. Son ellos los que han elegido que sea desde sus barricadas de consignas inapelables y de marchas abanderadas que resulten derrumbados los cargos sin necesidad de juicios públicos, orales y contradictorios.
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Se ha llegado al extremo de agraviar temeraria e irreverentemente a la procuradora general de la República, doctora Miriam Germán, de extensa y ejemplar carrera en la Justicia. De estricto apego a los postulados del derecho; de transparencia en sus actuaciones y la que más de una vez ha objetado con firmeza y públicamente actitudes de sus subalternos que podrían hacer dudar de su neutralidad.