Mi profesor de karate Cesare Rímoli me enseñó a dar un golpe sucio en la pierna para que durante la pelea, quien reciba la patada fije su atención en el agudo dolor que produce y fije su atención en que no le peguen en el mismo sitio.
Rímoli enseñaba con el ejemplo. Aquella primera patada en la parte anterior del fémur derecho fijó mi concentración en el dolor que me produjo el impacto, luego me explicó que ese golpe debía ser contundente para que surtiera efecto.
En Venezuela aprendí que la pelea es peleando. Luego de la primera patada de distracción sé que viene algún golpe mayor. En estos días hay tres golpes en la cara anterior del fémur: la pandemia del coronavirus, las elecciones municipales recién celebradas, cuyos resultados finales aún están pendientes, y las elecciones nacionales de mediados de mayo próximo.
En medio de asuntos tan importantes los gobiernos acostumbran a dar golpes contundentes, a veces mortales, ya sea para pagar favores políticos, liquidar cuentas pendientes que el gobierno que lo sustituya pudiera retener, cuestionar, analizar, investigar. Hay, pues, una práctica de siempre en favor de liquidar las cuentas que le convienen a sectores del gobierno y sus favorecidos
Siempre se tuvo como manifestación máxima del ingenio gansteril la contenida en los célebres cuentos de Hércules Poirot y Sherlock Holmes, pero aquí, con más frecuencia de la deseada, se producen jugadas tan “inteligentes” que bien pudieran formar series de aventuras que sólo grandes pensadores e investigadores pudieran desentrañar.
Ello, comenzando por determinar si son ciertas las deudas, a qué corresponden, quién las autorizó, dónde están los documentos que avalan las acreencias, si quien o quienes responsabilizan al Estado tiene calidad para tales fines.
Aquí aún sigue sin aclarar todo lo concerniente al escandaloso, y sonado caso, del préstamo con la empresa Sund Land cuyos desembolsos fueron realizados y, sin que estuviera claro el destino de los fondos fueron pagados y, colorín colorado, este cuento está acabado. Y se quedó así, como si nada. Cantaba el movido aire criollo: “por eso estamos como estamos, por eso estamos como estamos”.
Tenemos que ver cómo aprovechará el gobierno la emergencia del coronavirus, para disponer de los dineros que le acuerda la ley en los casos extraordinarios, luego de la autorización del Congreso Nacional.
De Odebrecht se dice que debe pagar 92 millones al fisco por las diabluras que cometió apañada por funcionarios ladrones. Se espera que abone la suma, pero ya el gobierno se apresuró a pagarle unos millones de supuesta diferencia en el precio de la construcción de la planta de punta Catalina, que hace tiempo inició un dolor de cabeza que nadie sabe cuándo terminará.
A veces se gobierna con allante y movimiento.