Pasadas las primarias simultáneas la democracia dominicana no debe ser valorada estrechamente a partir del libre acceso a las urnas que efectivamente hubo, dejando fuera del enfoque a todo ese prolegómeno de acciones de Estado que desde mucho antes tomaba partido con su inmensidad de recursos, hacia un solo lado de las ofertas; la que paría para lanzarse al aplastamiento de otra de sus criaturas. Sin economía de gastos, uso inmoderado del discurso negativo y componendas a veces con reciprocidad desproporcionada de guerra intestina que da a entender que cualquier cosa vale cuando el poder es objetivo central.
Lo peor al juzgar el proceso es haber comprobado que ninguna ley ni autoridad sirvió, como es tradición, para anular la desigualdad del accionar de contendientes ni impedir que el mismo día de los sufragios en casi un tercio de los entornos a las urnas vibraran la promoción ilegal y el uso de dinero a manos llenas para comprar adhesiones, actos intensificados por más de una bandería pero con el mismo desequilibrio inclinador de balanza hacia lo oficial con ausencia de ética. La atmósfera de posiciones exaltadas y de mordidas al cuello bajo un mismo signo restó calidad a la democracia con embarres de discordia y merma de los ejercicios de arbitraje y reglamentación, signos deplorables que deberían conturbar a la sociedad y llevarla a propósitos de enmienda.
Un camino malo continúa abierto
No hay verdadero motivo para celebrar que en pleno siglo 21, y con los daños del cambio climático acelerándose por todas partes, República Dominicana se entregue con tanto entusiasmo a la quema de carbón mineral para generar energía, sin ver lo que está en ante sus narices y solo por bajar costos en lo financiero, no en lo ambiental.
Lo anti histórico de Punta Catalina queda resaltado porque el resto del mundo está alejándose de los combustibles fósiles y la sostenibilidad de las explotaciones industriales es más que nunca consigna universal, incluyendo a las fuerzas vivas de Estados Unidos que siguen adheridas a la conservación aunque Donald Trump se aparte de un gran acuerdo internacional a favor del ambiente. La toma de conciencia que le falta al país va viento en popa en otros sitios en los que fomentan buenas prácticas.