En medio de quiebras bancarias que se silencian, y guerras y matanzas que se ocultan bajo alfombras, abordar el caso del señor Yevgeny Prigozhin –jefe o cabeza visible del grupo de mercenarios Wagner- es caminar sobre fango. Prigozhin, a quien llamaban “el chef de Putin”, ya que dicen que administraba restaurantes que preparaban cenas para el “hombre fuerte” de Rusia, se destacó al lograr que sus combatientes izaran la bandera rusa en varias regiones de Ucrania. Pero luego, al parecer, rompió el guión dictado por el Kremlin y comenzó a dar entrevistas, a pedir municiones en público, alardear sus triunfos, y sobre todo, se negó a someterse a los contratos de Defensa. Luego se rebeló y amenazó con marchar hacia Moscú, pero se refugió en Bielorrusia. Para muchos analistas desde ese momento Prigozhin perdió “las gracias” de Putin que lo vio como un traidor.
Así que al anunciarse el pasado 23 de agosto la muerte de Prigozhin en un accidente aéreo mientras viajaba de Moscú a San Peterburgo, un mar de incertidumbre envuelve el caso. Y muchos, incluido EEUU, no descartan que el Kremlin sea quien mueva los hilos del suceso. Hay una versión que dice que el exjefe Wagner vacaciona en la isla Margarita amparado por el presidente Nicolás Maduro, mientras sus hombres colocan velas y flores en su cuartel y dicen que fue “asesinado por traidores”. El caso de Prigozhin, al parecer, permanecerá por un buen tiempo en el silencio y rumores, pero aún así proyectará una enorme sombra sobre el Kremlin y Putin.