No es la clase de primacía de la que deberíamos sentirnos orgullosos, pues ocupar el primer lugar en el mundo en muertes por accidentes de tránsito no solo debe avergonzarnos sino también llenarnos de gran preocupación. Curiosamente, la primera reacción al informe de la Organización Mundial de la Salud (OMS), según el cual en República Dominicana la tasa anual de mortalidad por accidentes fatales pasó de 34.6 a 64.6 por cada cien mil habitantes, ha sido salir a buscar culpables de que hayamos llegado a esos dramáticos extremos.
Como el CMD, por ejemplo, cuyo presidente, el doctor Senén Caba, atribuyó gran parte de esa mortandad al mal estado de los hospitales y la mala calidad de los medicamentos que se administran a aquellos pacientes que llegan con traumas a esos centros de salud, muchos de los cuales no logran sobrevivir.
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Otros culpan a los motoristas, que según estadísticas del Intrant representan mas del 70% de los siniestros viales en el país, ya que quienes conducen esos vehículos se comportan como si las leyes de tránsito no existieran. Pero tampoco se las obligan a cumplir, remarcan, pues cualquiera pensaría que los agentes de la Digesett también piensan que no están obligados a respetarlas o atenerse a las consecuencias, como el resto de los ciudadanos.
Y aunque no son tan determinantes a la hora de contar los muertos, en ese paquete hay que meter a los que andan llevándose el mundo por delante, como si quisieran llegar antes que todo el mundo a ninguna parte, y a los que tiraron a la basura la buena educación, y por eso nunca ceden el paso mientras esperan que todos se quiten de su camino ante sus ruidosos bocinazos.
Como se ve, son muchos los culpables de lo que ocurre en nuestras calles y carreteras, por lo que no habrá forma de resolver ese problema si no asumimos todos, peatones incluidos, la cuota de responsabilidad que nos toca por convertirlas en una selva inhóspita y mortalmente peligrosa.