“Cuando yo doy, me doy a mí mismo”.
Walt Whitman.
El concepto de dar que manejamos está estrechamente vinculado a los valores familiares, culturales e individuales que tenemos. El dar es una costumbre de convivencia social y cada quien lo relaciona con sus propias experiencias e historias.
El dar es fuertemente vinculante y se fortalece con la cantidad y la frecuencia. Mientras más intercambiamos, más fuerte es el vínculo. Si el dar va en una dirección, quien ha tomado mucho necesita irse (separarse) para encontrar su propia fuerza. Es lo que generalmente ocurre entre padres e hijos. Los padres dan mucho y los hijos toman insaciablemente. También ocurre en algunas parejas.
La verdad es que abrir el corazón y entregarnos es la única manera de conocer la dicha. En la dimensión espiritual se entrega TODO, sin dejar nada apartado. Observar la manera como damos y recibimos nos permite mirar lo que hay en nuestros corazones. Lao Tsé dijo que el agradecimiento es la memoria del corazón. La gratitud es una gran maestra. La gente agradecida obtiene mayores favores de la vida.
Agradecer es la clara señal de un corazón activo, sano y abierto. Agradecer es una manera de dar. El escritor español Noel Clarasó dijo: “Da a los otros aquello que de ti les gusta: lo demás, guárdalo”. Una de las acciones esenciales para transitar el camino del bienestar, es guardar balance entre lo que damos y lo que recibimos. Ambas situaciones nos enseñan mucho de nosotros mismos.
Agradecer lo que nos llega, sin importar lo que sea, activa las corrientes de amor en nosotros. El amor sólo atrae lo bueno. Hace una década, empecé a celebrar la fiesta de las primicias con un pequeño grupo de amigos. Para mí, celebrar las primicias es el modo de expresar mi gratitud por los primeros frutos del año. Es una hermosa manera de alinear las vibraciones en energías de alta frecuencia, que se activan al honrar, celebrar, compartir y agradecer.
Es el modo en que declaro la gratitud que siento por tener el regalo de un nuevo año. Es un modo de fortalecer mi conexión con Dios y con Su Gracia. La palabra hebrea para primicias (Bikurim) significa “una promesa por venir” y comparte la misma raíz, bekhor, que da origen a la palabra “primogénito”. Algunas personas me han dicho que esta es una antigua fiesta agrícola, sin valor en los tiempos actuales.
El agricultor trabaja duramente, y, simultáneamente, sus resultados son muy inseguros, pues su cosecha depende en gran medida de los elementos de la naturaleza. Necesita la cooperación del sol, la lluvia, el viento y la temperatura, pero en la medida y el tiempo justo.
La época de la cosecha era una ocasión de gran regocijo en la antigua Israel. Deuteronomio 8:8 dice que los primeros frutos que se llevaban al templo eran solamente de las siete especies por las cuales se alaba la tierra de Israel: trigo, cebada, uvas, higos, granadas, aceitunas y dátiles.
Lao-Tsê, uno de los filósofos más relevantes de la civilización china, dijo: “Da y tendrás en abundancia”. Cuando el agricultor iba a su campo, huerta o viñedo, y veía por primera vez un higo, un racimo de uvas o una granada madura, la envolvía con un hilo rojo para separar esos primeros frutos como ofrenda a Dios.
Los primeros frutos se unían con una selección de los mejores productos y se llevaban al templo en canastas decoradas (los ricos los entregaban en canastas de oro y plata), para ofrendarlas con alegre espíritu. Se cantaba y tocaba.
Conocí esta fiesta en la iglesia en la que me congregé por varios años, y desde esa época celebro el tercer o cuarto domingo de enero mis primeros frutos del año, compartiendo el diezmo de tiempo, talento y tesoros con mi principal comunidad de crecimiento: la familia mezclada.
De esta manera, expresamos juntos el deseo de dar a Dios el primer lugar en nuestra vida, y la confianza de que su reino es la mejor tierra para sembrar y cosechar las semillas.
La celebración de la fiesta de primicias es una manera de agradecer los primeros frutos que reconocemos en el nuevo año. Cuando le ofrecemos al Señor nuestra primicia estamos bendiciendo lo que nos queda a nosotros. Al ofrecerle la primicia a Él le estamos ofreciendo todo lo que tenemos. Al bendecir la primicia estamos bendiciendo lo que nos queda y lo que llegará.
Para el empresario y escritor estadounidense Dale Carnegie la única manera de tener y tener más es dar y dar más. La experiencia me hace coincidir con esta manera de pensar. Aunque algunas personas crean que la fiesta de primicias es algo del pasado, para mí es parte del fundamento de sabidurías ancestrales que aporta valor a mi vida.
El máximo pensador del cristianismo del primer milenio, San Agustín, decía que debemos dar lo que tenemos para merecer recibir lo que nos falta. Tanto el diezmo como las primicias son formas de fortalecer nuestro merecimiento. Al poner a Dios como única fuente de provisión, podemos tener la certeza de que comeremos dulces frutos y agradecer anticipadamente. ¿Cómo podría ser diferente?
El filósofo, sociólogo, psicólogo y antropólogo inglés Herbert Spencer dijo: “La base universal de la cooperación es recibir beneficios recíprocamente”. Reunirnos en comunidad a compartir los talentos y celebrar los frutos que nos ha dado el año, produce una indescriptible alegría. Cuando creemos que Dios es el Espíritu Creador, tal como dice UCDM tenemos Su paz al ver a Dios en todas las cosas.
Esto es lo que hago para celebrar la fiesta de primicias:
• Limpio el espacio de modo especial, física y energéticamente, para recibir a los invitados.
• Dispongo de una mesa para colocar las ofrendas de frutas, flores, bebidas y comidas.
• Pongo tres lindas canastas; una para poner los nombres de quienes participan, una para colocar las primicias de talentos y otra para las primicias de dinero.
• Abrimos la fiesta tocando y cantando.
• Seguimos el ritual sacando un papel de la canasta de nombres. La persona que sale pasa por la canasta de primicias de talentos y toma un “regalo”. Si al pasar todas las personas aún quedan regalos, colocamos nuevamente todos los nombres y continuamos sacando hasta que se agoten.
• Cerramos el ritual tocando y cantando, celebrando por adelantado el resto de la cosecha del año, en la alegría y certeza de que será maravillosa.
• Pasamos a compartir la comida y bebida.
Puedes celebrar la fiesta de los primeros frutos en los primeros cuarenta y cinco días del año.
¿Te animas a hacerlo?