Emerge en inminencia un colapso de productores de carne blanca y huevos del Cibao Central de capitales y capacidades menores pero imprescindibles para la estabilidad de los suministros alimentarios más demandados y favorables a la nutrición de todos los sectores poblacionales. Los devoran condiciones de insalubridad en granjas que no pueden resolver sin apoyo oficial, asfixiados por costos de materias primas e insumos veterinarios; y por la no menos grave adversidad de importaciones dispuestas festivamente casi todas por el Gobierno. Entre la irracionalidad del Estado que satura los canales de distribución improvisando soluciones y alivios transitorios y los colosos de la avicultura que juegan con los precios para siempre ganar, naufragarán los pequeños y medianos del negocio. Son débiles pero numerosos y su aplastamiento por movimientos anormales de la oferta y la demanda perjudicaría considerablemente a los regulares adquirientes de estos comestibles arremetidos por escasez y alzas porque un mercado revuelto solo da ganancias a los pescadores de oportunidades.
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Perjudicaría a acreedores que llegarían con facturas irredentas en busca de lo suyo; y a mayoristas y detallistas que hacen fluir sus bienes hacia destinos finales y tendrían que someterse a las ásperas condiciones que les impongan otras fuentes de pollos y huevos a ver si alcanza para ellos. Asistiendo en su desesperación a los débiles de la avicultura, puestos en riesgos por distorsiones, el Gobierno haría justicia.