En casi 18 meses de Gobierno, el presidente Abinader, en un apretado programa de visitas a todos los municipios cabeceras, acude con una alforja llena de promesas que se desparraman a raudales y llenan de esperanzas a los habitantes de esas comunidades. No se ha quedado ya ninguna sin visitar.
Aquellas visitas sorpresas del anterior Gobierno son cosa del pasado y de niños por la magnitud de lo que ahora se ofrece. No solo ofrecen un caramelo para embobar a los ciudadanos.
El catálogo de ofertas de obras es voluminoso, tan solo por el monto estimado de tales promesas, uno se da cuenta que es una quimera muy difícil de plasmar en realidades por la magnitud de las obras prometidas. Casi todas ya habían sido estudiadas y estaban en carpeta y archivadas en los ministerios. Ahora se van desempolvando y se presentan como una novedad que nadie antes había pensado en las mismas.
De las obras prometidas en los pasados 18 meses ya hay algunas en ejecución, en especial la reconstrucción de carreteras, caminos vecinales, así como el asfaltado de las calles de los pueblos. Se hace un gran esfuerzo para poner a punto tantos hospitales que se quedaron a medio talle cuando la rapiña se aposentó en el pasado reciente en varios departamentos oficiales para despilfarrar y apropiarse de los recursos del pueblo.
Ya una buena parte de esos desmanes de los funcionarios y allegados del Gobierno anterior están en manos de la Justicia. La ciudadanía espera que se apliquen sanciones ejemplarizadoras para ver si el político dominicano escarmiente y frena sus apetitos de querer rehacerse de sus sacrificios por dedicarse a gobernar junto a su líder cuando llega al poder o a una posición pública de importancia.
Las promesas del Gobierno no han dejado de abarcar todos los espectros de la actividad oficial. Y al menos se notan los esfuerzos que se emprenden en cada estamento oficial para ver si pueden llevar a la realidad tantas quimeras que a la hora de pasar balance no pasan de ser simples intenciones de un novel político que se preparó notablemente bien pero a la hora de la práctica desde el Palacio Nacional solo quedan las intenciones inalcanzables por la cantidad de recursos requeridos y las barreras que surgen a cada paso en la función de gobernar cuando hay tantas necesidades almacenadas en el baúl de lo inalcanzable, lejos de cualquier esfuerzo sobrehumano que se intente aplicar pese a estar poseído de las mejores intenciones para rescatar a su país.
Ya con el 27 de febrero cercano es buena la ocasión de hacer un alto en la desenfrenada carrera de promesas para pasar balance de lo llevado a cabo, ver lo mas factible de ejecutarse en el futuro cercano sin contratiempo y sin afectar el desempeño económico que tan firme es en muchos renglones que ha dado lugar a un desarrollo del turismo envidiable y un acopio de inversiones nunca antes visto.
Es la hora de afianzar el catálogo de promesas y ajustarla al tamaño real de la economía sin dejar afuera importantes obras hidráulicas como la presa en Las Placetas, aguas arriba del pintoresco Juncalito que sería una de las bases del futuro desarrollo nacional.