La clase obrera como tal… prácticamente no existe.
La informalidad laboral (trabajadores por cuenta propia, no articulados y sin consciencia de clase) anda cerca del 70%.
La población urbana se ubica por encima del 80% y creciendo.
El campesinado, casi un testimonio.
Las pequeñas y medianas empresas son mayoría (más del 90%), pero desarticuladas y subsumidas en la voz y el liderazgo de las pocas empresas grandes del país.
La competencia política, en sentido amplio, carente de proyectos de sociedad trascendentales.
La visión general de la integración social y el progreso personal está cada vez más relacionada al consumo de bienes y servicios y a la iniciativa individual.
El debate de los asuntos públicos está circunscrito a la agenda de la competencia electoral o del “fronteo” de las nuevas generaciones del entretenimiento.
Las capacidades cognitivas de las nuevas generaciones, según los estudios sobre la educación, en amplios segmentos poblacionales son más precarias que las de generaciones anteriores
Los bienes comunes depredados impunemente por representantes de todos los niveles de la sociedad: áreas protegidas, parques, ríos, aceras, espacios recreativos…
Los elementos anteriores pueden definir a grandes rasgos las condiciones base de los sujetos sociales mayoritarios de República Dominicana y la cultura política hegemónica.
Frente a esta realidad la respuesta de un proyecto político que procure impulsar mayores niveles de desarrollo social, económico y político en nuestro país tiene la obligación de organizarse y planificarse para el mediano y el largo plazo.
Esa planificación debe comenzar con definir con claridad meridiana su propuesta discursiva básica.
A mi juicio la carrera política de lo que se defina como alternativo debe enfocarse en construir y promover el bien común, el interés general.
Es decir, elaborar y presentar a todos los sectores un proyecto político y social que explique los beneficios individuales y colectivos de establecer en el país un Estado de bienestar básico, donde la defensa y ampliación de la colmena beneficie a todas sus abejas. Dicho proyecto requiere incentivos claros, atractivos y orientados a las necesidades cotidianas, para integrar a la mayoría.
La batalla política principal hoy día es discursiva, es cultural, es de contenido, y el contenido alternativo a este estado de hegemonía de la individualidad y la privatización es el bien común.
Nuestra próxima campaña política comienza cuando termine la actual. Y será exitosa si, bajo una etiqueta u otra, comenzamos a importantizar y poner en el centro de la conversación pública lo que le hace falta a nuestra nación para conquistar mayores niveles de desarrollo: el bien común.