La joven administración del presidente haitiano Jovenel Moise se tambalea.
La incapacidad de su gobierno para contener los disturbios que habían arrojado hasta el martes 6 muertos y decenas de heridos, según cifras oficiales, unida al desinterés de la oposición ante el llamado presidencial a la concertación, son muestras inequívocas de la falta de apoyo político que caracterizan tanto la presidencia de Moise y el gabinete del recién instalado primer ministro Jean Henry Ceant. La oposición pide la renuncia de ambos.
Los grupos opositores, encabezados por el exsenador Moise Jean-Charles, han logrado acorralar al gobierno con la violencia callejera reclamando juicio para los responsables de la trama de corrupción vinculada a PetroCaribe, el programa petrolero que inició Hugo Chávez, el fallecido hombre fuerte de Venezuela, para auxiliar a los pequeños países importadores de la región a cambio de lealtad a su “revolución bolivariana”.
Una lealtad que ha convertido a los últimos gobernantes haitianos – Michel Martelly y Moise- en aliados incondicionales de Nicolás Maduro, postura que ha desequilibrado la tradicional cercanía política de Puerto Príncipe a Washington. Fue, precisamente, en la capital haitiana donde la Administración para el Control de Drogas de Estados Unidos (DEA) detuvo a dos sobrinos de la actual pareja presidencial venezolana, condenados por narcotráfico este lunes en Nueva York.
La pregunta es si el presidente Moise puede recuperarse y sobrevivir a la hecatombe política que presagia la actual situación de Haití, un “Estado fallido” que, entre otras cifras infrahumanas, es el único capaz de superar a Venezuela en índices de desnutrición: 45,8% de personas subalimentadas frente al 11,7% de Venezuela hasta el 2017, según cifras de la FAO.
Su sangrienta inestabilidad propaga inseguridad hacia la frontera, que obliga al presidente Danilo Medina a ejecutar una política migratoria innegociable.