Proyecto de nación 2050: trampas y desafíos

Proyecto de nación 2050: trampas y desafíos

José Miguel Gómez

Impulsar reformas, proponer proyecto de nación, cambiar la cultura de corrupción o desmontar el sistema de creencia distorsionando o limitante de que, en República Dominicana la clase política es mediática, clientelista y populista; pero visceralmente negadora en apoyar un proyecto de nación sostenible y perdurable para las futuras generaciones.

El primer sociólogo dominicano Pedro Francisco Bonó decía: “el dominicano individualmente piensa bien, pero cuando se agrupa piensa y actúa mal”. Conservadores y liberales se opusieron a las reformas y proyecto de nación que impulsó Juan Pablo Duarte, Francisco E. Espaillat, Juan Bosch, etc.

En diferentes épocas, los grupos conservadores anteponían sus intereses al desarrollo y al bienestar nacional. Lo hacían políticos, religiosos, académicas, los disfrazados de liberales y los hombres grises que dividían, compraban y repartían el Estado para obstaculizar del desarrollo social.

El país para lograr el bienestar social, la cohesión y el desarrollo equitativo de todos los sectores, pero, sobre todo, de los excluidos por décadas del desarrollo social, se tiene que crear las condiciones socioeconómica y políticas que, rompan con la pobreza estructural y permitan las oportunidades del movilismo social de los jóvenes y las mujeres.

Un país con baja presión tributaria, con una seguridad social desigual, más una ley general de salud excluyente y deshumanizada, y, para rematar, unas pensiones que dejan en pobreza al envejeciente que por décadas cotizó y creó riqueza para que el país creciera. Las reformas deben crear las condiciones para articular un proyecto de nación para 2050. Con distribución y control del gasto público, control de la corrupción, dejar repartir los ingresos del Estado en instituciones no transparente, en las ayudas clientelista y populistas, en el dispendio y burocracia de grupos de elites que, por siglos se han beneficiado de la riqueza producida.

Las reformas planteadas por el presidente Luis Abinader deben ser consensuadas, discutidas y socializada por todos los grupos sociales. Pero jamás caer en reparticiones, acuerdos, comisiones, reuniones, talleres, etc. Ya que son formas de desarticular, entretener y darle tiempo para luego abandonar las reformas.
Tengo el olfato político-social de que, partidos, grupos socio-económicos y personas grises empiezan a crear la conflictividad a las reformas constitucional, luego vendrán por la fiscal, y las demás reformas, hasta lograr imponer lo que he llamado la patología social dominicana. Una patología es una enfermedad, cuando es social, hablamos de un sistema de creencia, de hábitos, mañas, trampas y comportamientos de repetir los mismos patrones socio-político de siempre.

Literalmente se impone un nuevo desafío, el carácter del presidente, la madurez, el buen juicio y el tacto, le dirán en su momento qué hacer y qué no hacer para lograr los propósitos.

Ya no se puede seguir por el camino del endeudamiento, hay que pagar la deuda del Banco Central, y hay que invertir en el desarrollo social, activar la economía, crear empleo, generar servicios de calidad y calidez, seguridad ciudadana, buena salud mental, bienestar emocional y espiritual.

El proyecto de nación debe ser un compromiso para el 2050, recuerden los acuerdos del milenio, se fueron a pique, la corrupción y la falta de honestidad y de patología social no permitieron en su momento llevarlos a cabo junto al proyecto de nación. Apoyemos la reformas para la sostenibilidad y el bienestar social.

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