Alain Robbe-Grillet hizo lo propio para los Estados Unidos a principio de los años 70 cuando escribió su novela Proyecto para una revolución en Nueva York, pero a pesar de que Carol Joyce Oates, Kurt Vonnegut y otros paradigmas de la nueva novela en el país del Norte se secaron en el camino, el escenario ha cambiado y es muy difícil, aunque no imposible, que una revolución en contra de la primacía del signo comience hoy por una cualquiera de las ciudades estadounidenses.
Lo que ocurrió en los decenios de los 80-90 en las universidades norteamericanas fue el reforzamiento de la política de la metafísica del signo, sobre todo en el terreno literario, cuando fueron traducidos del francés al inglés los autores paradigmáticos de aquella generación: Roland Barthes, Julia Kristeva, Greimas y Jacques Derrida, elevado al altar del pragmatismo de la deconstrucción en un país que ya tenía bastante con la lingüística generativa de Noam Chomsky.
Es debido al terror formalista y matemático de estos discursos que paralizan a algunos y que a los discípulos les producen un orgullo y una suficiencia, pues creen poseer la verdad, por eso repito se debe comenzar la revolución en contra de la metafísica del signo en un territorio aparentemente neutro, pero que sin embargo es un talón de Aquiles del imperialismo norteamericano. Este, pues en cien años de colonialismo, no ha logrado eliminar de Borinquen su lengua-cultura española ni ha podido convertirla, con la ayuda entusiasta del partido de la estadidad, en el quincuagésimo estado de Unión.
Es Puerto Rico el ejemplo típico donde la pequeña burguesía, motor de los cambios políticos en las sociedades latinoamericanas, carece de conciencia de clase, conciencia política y conciencia nacional, al igual que la República Dominicana gobernada desde 1844 por esa misma clase social, según lo ha apuntado Juan Bosch.
Es cierto que en Puerto Rico existe una burguesía insular que no tiene la misma especificidad ni los mismos intereses que fracción burguesa dominicana. Esta todavía hoy nataguea entre el campo, la banca, los vacacionales, el comercio de importación y los medios de comunicación. Al ser muy temprana su existencia, la ronda a veces la cultura y los hábitos pequeñoburgueses.
El poder se reparte, alternativamente, entre los políticos profesionales del partido liberal fundado por Muñoz Marín y los conservadores del Partido Nuevo Progresista. Los primeros se limitan a administrar el Estado Libre Asociado y los segundos a impulsar, desde ese tipo de Estado, la conversión de Puerto Rico en un estado de la Unión. El 5 por ciento de los votantes a veces menos, otras veces más, según los períodos de crisis ronda la opción de la conversión de Puerto Rico en una república libre, independiente y soberana.
Los sindicatos obreros, los estudiantes y los gremios profesionales dirigidos por la pequeña burguesía están, tanto allá como aquí, domesticados y las huelgas son un escasísimo bien de primera necesidad.
Ante esa situación, el escritor Luis López Nieves saca de su imaginación un texto literario que desde su primera edición en 1984 ha dado la vuelta a la isla: el cuento Seva (Hato Rey: Editorial Cordillera, 12ª ed., 2003).
El sentido de la obra está políticamente orientado a cambiar el discurso historicista de los historiadores por otro que instaura un discurso de deseo de que en Puerto Rico haya una epopeya, ficticia como la Ilíada, a través de la cual el boricua se aferre y convierta un día en realidad la posibilidad de una patria libre, pues vivir sin esta es vivir sin honor, como decía Martí. En la Isla del Encanto hay referentes tan grandiosos que no pueden hundir a sus habitantes en el pesimismo más desolador (Betances, Hostos, De Diego, Albizu Campos, Lolita Lebrón), sino trazar la estrategia y las apuestas para la larga lucha y tener siempre presente la fuerza del adversario. El conformista cree que la independencia de los países latinoamericanos fue más fácil de conseguir. No hay imperio que le presente al independentista una lucha fácil. Siempre es a sangre y fuego.
López Nieves echaba de menos una epopeya puertorriqueña que le emocionara y llenara de orgullo. Como no la había en el plano del discurso histórico, la construyó en el plano de la ficción, es decir, se la inventó. Había decidido que en adelante rescribiría la historia de Puerto Rico como debió ser, como pudo ser o como él quiere que sea dice Josean Ramos al hablar sobre el autor al final del cuento de López Nieves (p. 85)
Lo que ocurrió históricamente en Puerto Rico fue la ocupación de la isla por las tropas norteamericanas el 25 de julio de 1898, pero López Nieves labra una ficción en Seva que retrotrae el discurso histórico y lo transforma y hace que la primera invasión norteamericana a la isla de Borinquen suceda el mayo de 1998 y encuentre una oposición feroz.
Seva es el nombre ficticio de un pueblito por donde entran las tropas norteamericanas en ese mayo de 1998 y él simboliza la isla y el presente de los que viven actualmente en el presente del siglo XXI. Sentidos para ellos, para despertar a esa pequeña burguesía a la cual la propaganda de un siglo le ha inculcado en el cerebro que si Puerto Rico se independiza, sus habitantes se mueren de hambre. Ahí reside el pavor como laboratorio de conservadurismo.
En La sangre ajena (SD: Editora Búho, 2007), el título simboliza la violenta sociedad dominicana creada desde 1844 hasta hoy. Los personajes que figuran en el libro simbolizan los diferentes tipos de pequeños burgueses (y burgueses) sin conciencia de clase, sin conciencia política y sin conciencia nacional. El sentido políticamente orientado de esos cuentos que escribí radica en cómo fundar un Estado nacional con semejantes sujetos que se plantean ante la vida como mendicantes agradecidos o como depredadores de los bienes públicos.
Estas dos obras, sin conexión entre sus autores, plantean una obligada comparación.
En síntesis
Parecidos
Es Puerto Rico el ejemplo típico de un país en el que la pequeña burguesía, motor de los cambios políticos en las sociedades latinoamericanas, carece de conciencia política y conciencia nacional, al igual que la República Dominicana gobernada desde 1884, aunque es cierto que en Puerto Rico existe una burguesía insular con intereses propios.