Llama la atención los producidos videos con los que nos saturan los políticos (y aspirantes) en Navidad, el desborde de buenos deseos es protocolo de estos días, entre amor, paz y otros augurios nunca falta el llamado a prudencia.
Desde los tiempos de Platón la prudencia guarda un vínculo esencial con la razón política y el ejercicio de ésta, no es por gracia que la llaman la «madre de las virtudes» y que desde la República pasando por Sócrates, la Biblia y Gracián con el Oráculo manual del arte de la prudencia, es esta definida indispensable para la manifestación de otras virtudes.
En la tradición clásica griega, la Prhonesis(prudencia), junto con la templanza, fortaleza y justicia, son parte de las llamadas virtudes fundamentales. Todas constituyen una dirección de accionar básicas y necesarias para caminar hacia una vida plena.
Aristóteles, pensador de referencia para estudiar y entender la prudencia en la política, la define como la capacidad de practicar la deliberación racional para ver el bien de la acción a realizar. Es decir, es el carácter reflexivo que nos lleva a entender que lo viable o no de las acciones que se quieren llevar a cabo. Carácter indispensables para reyes y gobernantes, para todo aquel que pudiera tener en sus manos poder de juzgar y deliberar.
Hoy más que nunca necesitamos políticos dispuestos a cultivar la prudencia como fuente de sabiduría, como estrella de belén que le lleve a bien y aunque claro está, la política no es utopía, son decisiones, las cuales guiada por virtudes y no por carencias desembocan en bienestar y buenhacer..
Cultivar la prudencia es la respuesta del político que ha entendido finalmente lo volátil que es el poder que hoy ostenta, lo frágil que es el cargo que se jacta tener y lo imprevisible que pueden ser las masas, hoy más cerca de estar conectadas que nunca. La prudencia puede ser la garante de una buena reputación en tiempos donde este intangible esta en alza, quizás el antídoto contra la perversa tentación de orquestar, pactar y ejecutar las más ruines movidas con el único objetivo de conservar el poder.
Es entonces la Prudencia la línea que frena los vicios del hombre, que garantiza un justo accionar y por tanto un justo gobernar.