Londres, EFE.- Millones de testamentos de personas que murieron en Inglaterra y Gales después de 1858 están disponibles a partir de hoy en internet, incluidas las últimas voluntades del escritor Charles Dickens, el ex primer ministro Winston Churchill y el matemático Alan Turing.
El Gobierno británico ha elaborado una base de datos que facilita el acceso a más de 41 millones de documentos que hasta ahora eran difíciles de localizar, aunque legalmente ya eran de acceso público.
La página web del proyecto permite consultar un breve resumen de cualquier testamento a partir del apellido y la fecha de muerte de una persona, y ofrece la posibilidad de encargar una copia digital del texto completo por una precio de 10 libras (12,5 euros).
Los archivos donde se conservan los testamentos en Inglaterra y Gales -Escocia e Irlanda del Norte siguen un procedimiento distinto- han contratado a personal adicional para gestionar las peticiones, muchas de las cuales requieren que alguien localice el documento físico, lo digitalice y lo envíe.
Entre los testamentos que se pueden consultar está el de Turing, que murió en 1954 tras comerse una manzana envenenada con cianuro y que repartió sus posesiones entre sus amigos y su madre. Las últimas voluntades de Dickens, firmadas en mayo de 1869, menos de un año antes de morir, parecen alentar las teorías de que mantuvo una relación con la joven actriz Nelly Ternan, a quien dejó 1.000 libras, una enorme cantidad en aquella época.
A su cuñada, Georgina Hogarth, le dejó 8.000 libras, lo mismo que a sus hijos, a quienes pide en una laboriosa caligrafía que utilicen el dinero para cuidar de su madre, Catherine Hogarth, de la que el escritor se había separado años atrás.
Dickens utilizó ese documento para insistir en que quería un entierro modesto- “Dispongo con énfasis que sea enterrado de una forma barata, sin ostentaciones y estrictamente en privado”, detalla el texto.
El novelista George Orwell, que murió en 1950, insistió en su testamento en que sus notas, manuscritos y recortes de prensa debían ser preservados, mientras que el economista John Maynard Keynes, fallecido en 1946, quería que se destruyera gran parte de los textos que no llegó a publicar en vida.
También se puede consultar el testamento del antiguo primer ministro británico y premio Nobel de Literatura Winston Churchill, que murió en 1965 legando una fortuna de 304.044 libras de la época. Por su parte, el filósofo Ludwig Wittgenstein, que tras la I Guerra Mundial renunció a la herencia de su familia, una de las más ricas de Austria, falleció en Cambridige (Reino Unido) en 1951 y nombró al profesor Rush Rhee como albacea para gestionar las 3.247 libras que poseía.