Una de las realidades menos discutidas, pero más obvias del comercio moderno, es que Donald Trump, a su manera tosca, tiene razón en gran parte en lo que respecta a los aranceles. Sin embargo y en contra posición, la “sabiduría aceptada” de los medios, los centros de estudios y los economistas nos señalan que para el público es, si no errónea, al menos incompleta.
El argumento básico de Trump es sencillo: La política comercial de Estados Unidos ha sido ingenuamente generosa, abriendo de par en sus mercados, además de ser muy muy tolerante a la larga lista de barreras de los supuestos socios afines a los intereses norteamericanos.
El resultado, afirma Donald Trump, ha sido un golpe directo a la prosperidad estadounidense. ¿Su receta?: Un enfoque comercial más equilibrado, que exija reciprocidad y utilice el apalancamiento para abrir mercados extranjeros.
Ahora bien, si eso suena como una propuesta bastante sensata, tal vez se pregunten por qué provoca tanta ira en los salones intelectuales de la economía. Después de todo, los economistas aman el libre comercio y predican que cuanto más libre comercio, más ricos son todos. Sin embargo, el problema es que cuando Trump habla de usar aranceles para llegar a esa tierra prometida del libre comercio, ellos se resisten.
El hecho es que los economistas están en un aprieto. Por un lado, teóricamente deberían aplaudir una estrategia destinada a reducir las barreras globales a los productos estadounidenses, algo que ha sido parte de su manual desde hace mucho tiempo. Por otro lado, el mero indicio de asociación con Trump es suficiente para hacer que la mayoría de ellos se retiren al silencio. La academia y los círculos profesionales pueden ser lugares implacables para cualquiera que sea sorprendido coincidiendo públicamente con Trump.
Sin embargo, lo que realmente les molesta no es el objetivo de Trump sino su método. Los economistas afirman que los aranceles son herramientas peligrosas, que seguramente provocarán represalias y nos llevarán a todos a una guerra comercial dañina. El pronóstico político es sombrío: aumentamos los aranceles, ellos aumentan los aranceles y el comercio global entra en una espiral descendente y de estancamiento económico.
Ahora bien, Amigo Lector, aquí es donde las cosas se ponen interesantes. La teoría económica en sí misma no respalda esto tan claramente como algunos podrían pensar. Los economistas a menudo argumentan que la carga de un arancel recae sobre los consumidores nacionales. Si eso es cierto, entonces los aranceles de represalia deberían ser irracionales, ya que perjudicarían principalmente a la nación que los toma. De hecho, si los países se comportaran de acuerdo con una teoría económica estricta, tendrían pocas razones para tomar represalias, a menos que, por supuesto, los verdaderos motivos sean políticos. El orgullo, los intereses especiales y la postura nacional pueden explicar la represalia esperada mejor que cualquier modelo económico.
También hay dos posibilidades de la que se habla muy poco.
1-Tal vez las barreras comerciales no sean exactamente el costo irrecuperable que se ha hecho creer. Algunas investigaciones incluso sugieren que, en determinadas condiciones, los países pueden levantar barreras sin sufrir el impacto económico previsto. Tal vez sea por eso que algunos de nuestros socios comerciales se aferran tan firmemente a sus propias barreras.
2-Un arancel bien diseñado puede redistribuir la riqueza de los socios comerciales o incluso crear un cuasi monopolio sobre productos clave, lo que permite a los países capturar los beneficios de las economías de escala.
Gran parte de la literatura sobre la teoría del comercio apoya esta idea, argumentando que si un país puede salirse con la suya levantando barreras sin represalias, puede redistribuir la riqueza de sus socios hacia sí mismo. De manera similar, si un país utiliza barreras comerciales para erigir lo que equivale a un monopolio global, en ciertos bienes, puede también lograr economías de escala que aumenten la riqueza en la producción de esos productos. En ese caso, los países podrían ser reacios a renunciar a sus barreras comerciales que aumentan la riqueza e incluso podrían redoblar sus esfuerzos con la esperanza de que Estados Unidos diera marcha atrás.
Ahora bien, si eso es correcto, en realidad se trata de que Estados Unidos demuestre, de manera creíble, que ya no tolerará un comercio desequilibrado el cual ha permitido una transferencia de riqueza de Estados Unidos a sus socios comerciales. Eso probablemente requerirá aumentar los aranceles, para demostrar que no están mintiendo, y tal vez volver a aumentarlos en respuesta a cualquier represalia inicial, para demostrar que no darán marcha atrás. Una vez convencidos de que el juego de aprovecharse de Estados Unidos ha terminado, es MUY factible que los socios comerciales reduzcan sus propias barreras.
Por lo tanto, cuando los economistas predicen represalias, en realidad no se basan en principios económicos, sino que predicen movimientos políticos. Lo que Trump entendió, tal vez instintivamente, es que para sacar a Estados Unidos de su trampa comercial será necesario adoptar una postura firme:
Aumentar los aranceles, para demostrar firmeza e incluso intensificar la política si es necesario. Solo así sus socios comerciales considerarán la posibilidad de eliminar sus barreras cuando crean que los días de aprovecharse de Estados Unidos han terminado.
NOTA 1.: Según el modelo presupuestario de Penn Wharton, si Estados Unidos aumenta los aranceles y sus socios comerciales reducen los suyos en respuesta, la economía estadounidense podría ser un 1.5% más grande en 10 años de lo que sería si mantuviéramos el statu quo. Si la estrategia arancelaria de Trump tiene el éxito suficiente para derribar todas las barreras comerciales, estamos ante una economía un diez por ciento más grande durante el mismo período, según el modelo.
En resumen, Amigo Lector, en un panorama político donde las grandes promesas a menudo fracasan, las políticas comerciales de Trump podrían ofrecer la posibilidad de un crecimiento tangible real. La pregunta ahora es si ellos, como país, tendrán el coraje para superar el ruido y darle una oportunidad real a esta estrategia.