¡Que aquí me quedo!

¡Que aquí me quedo!

Samuel Luna

¡Que aquí me quedo! La cultura dominicana posee elementos culturales que deben ser redimidos y transformados; pero también, tenemos tradiciones y costumbres culturales que debemos celebrar, aplaudir y transmitirlas a las próximas generaciones. Una de las fiestas y tradiciones donde podemos palpar y sentir el calor caribeño y la acción comunitaria de los dominicanos, es en este tiempo navideño; un momento donde se enciende lo que estaba apagado y donde la sinergia de la espontaneidad crea un escenario de familiaridad, de unidad y gozo. Ese momento único, es como una fuerza ¿ centrípeta que nos unifica a todos.  Es por eso, ¡que aquí me quedo!

Es en este tiempo de navidad, donde todos nos unimos a celebrar el 24 de diciembre, día conocido por los dominicanos como: La Cena de Noche Buena; en esa noche se revela el arte culinario que viene desde España y África, un sabor que nos marca y nos deja conectado en la línea del tiempo. La tradicional cena navideña representada por un rico pastelón de plátano maduro, pastelón de arroz, la famosa telera, el cerdo asado en puya, el moro de guandules, los pasteles en hoja, la ensalada rusa, el vino y el ponche. A este manjar se le suma las nueces, los higos secos, los dátiles, las manzanas, las uvas, las gomitas dulce y  hasta el jengibre. Esta comida no la debemos ver como un elemento aislado de la cultura, la comida es cultura, es un punto de encuentro y de amistad.   Es por eso, ¡que aquí me quedo!

Para nosotros los dominicanos, La Navidad no es un evento, no se trata de un día en específico, es un proceso, es una caravana de eventos que nos ayuda a reducir el stress, usando el canal que nos guía a la liberación de catarsis en los encuentros familiares. Uno de esos encuentros es el famoso juego llamado, El Angelito; en este juego existe un sentir de expectativas, una sensación de algo oculto, pero que muy pronto será revelado, es más que un juego, es una dinámica para mostrar gratitud, un espacio para externarle a un compañero, a un amigo o a un familiar palabras de agradecimiento que vienen acompañadas de regalos y sorpresas. Luego el proceso continúa con los aguinaldos, las serenatas, cantos, los famosos encuentros en forma de caos que generan un orden perfecto y de alegría. La atmósfera social cambia, creándose una cercanía entre el político, el pobre, el rico, el
campesino y el intelectual. Es un momento seductor y encantador. Es por eso, ¡que aquí me quedo!

El tiempo navideño nos hace volver al pasado, al pesebre que mira hacia la cruz, porque no puede existir un pesebre sin cruz, y no puede haber una cruz sin un Jesús; tampoco no puede existir una celebración sin la figura que genera esa fiesta. No importa si la fiesta es una herencia de España o de Africa, lo que realmente importa es que nosotros como dominicanos y caribeños, hemos patentizado nuestra fiesta navideña con un sabor y música distintiva; hemos logrado celebrar una fiesta que viene del Oriente  y de Europa, sin perder nuestra identidad, ni el valor de la familia. . Es por eso, ¡que aquí me quedo!

La cultura dominicana es fiesta, es un pesebre, un Jesús, es la llegada de los dominicanos ausentes, comida, música, abrazos, luces de colores, la espera de un nuevo año, y los reyes magos, todo esto nos envuelve y nos lanza hacia la realidad última, ¡relación y amistad! Así somos los dominicanos. Es por eso, ¡que aquí me quedo!